¿Quién fue, en qué cine apareció y qué personaje había elegido? Hay una tarea pendiente aún por los estudiosos de la iglesia lucasiana: encontrar al primer hombre en presentarse en la cola de un cine vestido como si acabara de llegar de la Estrella de la Muerte. Hoy, sus apóstoles, conforman una de las legiones más numerosas del planeta y aprovechan el estreno de cada episodio para repasar las costuras del uniforme de jedi o repintar los desconchados al de soldado imperial.

«Tenía 12 años cuando me llevaron a la primera película y recuerdo un gran impacto», relata Pedro Torromé, fiel seguidor de la serie. Tanto que, hace once años, con motivo del estreno del episodio III, decidió fundar en Valencia la asociación Saga Skywalker, la primera en nuestro territorio dedicada al universo de George Lucas. «Queríamos celebrar a lo grande lo que parecía el final de la saga», cuenta el veterano aficionado (aquel pequeño abrumado ya ha llegado a la cincuentena).

Organizado el colectivo, los fundadores decidieron acudir a la supuesta última gran cita con Star Wars engalanados de personajes de la saga. Torromé, líder de todos ellos, mantiene dos uniformes: uno de jawa y otro de almirante de la Armada Imperial. «El primero que me compré rondaba los 100 euros y que el tengo ahora está en unos setecientos; puedes encontrar entre los típicos de 50 hasta los de 3.000 euros si estás dispuesto», explica el hincha galáctico. No es exagerado el término hincha, puesto que cuando se le pregunta si alguna vez calculó cuánto dinero habrá gastado durante su vida entre ropajes y figuras de la saga, él replica: «¿Acaso calcula un aficionado al fútbol cuánto se ha gastado en su vida en entradas? Nosotros también sentimos los colores del equipo».

En la década de barbecho desde la anterior trilogía, Saga Skywalker ha hecho músculo: hoy son unos sesenta asociados a un colectivo que abarca todas las generaciones. «Uno de los miembros ha tenido una hija a la que llamó Leia», ilustra Torromé. Sin estrenos que llevarse a la boca, la tarea del colectivo «sin ánimo de lucro» se centró en acudir a eventos, la mayoría de ellos benéficos, vestidos como sus personajes favoritos, para ejercer de animadores. «Básicamente para hacernos fotos», concreta el presidente, quien aporta que siempre se afanan en pedir a la empresa organizadora del evento que contacte con Disney (antes con Lucasfilms) para ser autorizados a explotar la imagen de la franquicia.

¿Hay algún protocolo en la vestimenta en la asociación, alguna jerarquía? «Solo la que te marque tu complexión física: tiene poco sentido que quieras ir de ewok si mides casi dos metros; o que seas un Darth Vader bajito», razona divertido Torromé. Los miembros de la asociación (que ya tiene una hermana neonata en Alicante) reservaron hace mucho entradas para esta misma noche y también para mañana, aunque en esta ocasión, advierten, dejarán el disfraz en casa: «Es que es tremendamente incómodo para aguantar toda la película». La devoción tiene un límite.