Habrá de considerarse que el descenso de Marc Anthony el pasado julio al césped de Mestalla fue un espejismo y no un cambio de ciclo. Uno de los monarcas de la música latina prorrumpió en Valencia con la mesiánica misión de recuperar los conciertos de grandes estadios para la ciudad, pero no habrá continuidad, al menos en 2016. Basta con echar un vistazo a la agenda de las grandes estrellas internacionales con parada en España para que el público valenciano no encuentre otro remedio que subirse al tren. Coldplay, Muse, Justin Bieber o Adele estarán cerca pero no lo suficiente; Barcelona y Madrid siguen ejerciendo de ineludibles polos magnéticos, pero otra ciudad como Bilbao ejerce hoy de plaza alternativa, peldaño que antes le correspondía a Valencia.

«Hay al menos dos factores que provocan esta situación, uno a nivel estatal, relacionado con los impuestos, y otro a nivel local, que tiene más que ver con los espacios», ordena Sergi Almiñana, de la compañía El Caimán y portavoz de la plataforma de Músicaprocv, que engloba a buena parte de los promotores valencianos. A nivel macro, explica Almiñana, España ha perdido competitividad en el mercado internacional para atraer a las grandes estrellas. «Más que con el IVA tiene que ver con las deducciones fiscales, que en España se han reducido mucho, lo cual elimina una vía de financiación para estas grandes producciones», argumenta el promotor. Dicho de otra manera, sin descuentos en el IRPF o en el impuesto de sociedades por invertir en cultura, no hay empresas que patrocinen estos eventos, «y los grandes artistas siempre eligen las ofertas más altas, lo que se traduce en que en España solo se les puedan ofrecer una o dos fechas». Entre la escasez solo hay lugar para las dos capitales culturales.

¿Pero por qué Valencia se ha descabalgado de la tercera plaza? Aquí es donde hay un mayor consenso entres los promotores consultados por este diario. Sencillamente porque faltan espacios que hagan viable el espectáculo, dirán todos. «Ya no hay salas en la ciudad como el Arena Auditorium, con aforos para 3.000 o 4.000 espectadores», capaces de atraer a ese escalafón medio de estrellas, apunta Vicente Mañó, veterano promotor de Tratos, que vivió la época en que Valencia fue Bilbao, un lugar donde acudían Depeche Mode o Robert Plant. Eran los noventa y «entonces había un concierto casi semanal», recuerda Mañó. «Hay un salto muy grande entre las salas, que como mucho superan los mil espectadores, caso de Repvplicca, y el siguiente escalón: el velódromo, la Fonteta o la Plaza de Toros», coincide Almiñana, quien además apunta que esos grandes recintos (aunque por debajo de los 10.000 espectadores) añaden un obstáculo: «El alquiler es elevado y no están acondicionados para un concierto, por lo que la inversión de la productora es muy alta y difícil de rentabilizar».

«En Madrid te puedes ir a La Riviera, pero aquí si quieres auditorios de más de 2.000 personas tienes que buscarte la vida en los alrededores», aporta Juan Enrique León, de Tranquilo Música, especialista en aforos medianos en la ciudad, que sacó a Crystal Fighters del epicentro hasta Burjassot para disponer de un auditorio con más de 2.000 localidades. Tampoco existe en Valencia, señalan los productores, ese recinto que supere leos 10.000 espectadores y que presente unas condiciones óptimas para un concierto. «Falta un multiusos como el Sant Jordi», incide Mañó, «que se adapta tanto para 14.000 espectadores como para algo más modesto; en lugar de eso, aquí se construyó el velódromo». «El Ágora hubiera podido ser interesante para eso, pero los costes de un concierto allí siguen siendo altísimos», lamenta Almiñana.

Y luego está el gran reto, el de ocupar los dos grandes estadios. No hace tanto que Springsteen o Police visitaron el Ciutat de València y más reciente está la actuación, si bien con éxito de afluencia relativo, de Anthony en Mestalla. «Es muy difícil llenar un campo así en Valencia, por el poder de convocatoria que tiene la ciudad. Además estos recintos solo están disponibles fuera de campeonato, en fechas muy concretas. Aquí se ha probado y muchas veces ha sido deficitario», resalta Mañó. «Para llenar un estadio de ese calibre tiene que ser un concierto muy especial», concluye el veterano promotor. Sabe de lo que habla: él era un joven mánager cuando, en 1986, Simple Minds logró un lleno a rebosar en el campo del Levante UD. Un hito impensable en la Valencia de hoy.