Deslenguada como se la presenta, la Margot no habló anoche cuando subió al escenario de la Rambleta para presentar la obra que le rinde tributo. Quizás fuera porque quien allí estaba, mudo junto a Enrique Belloch y Rafa Marí (director y guionista de la película), era Antonio Campos, la versión diurna del personaje, la cara discreta de un icono underground a quien el documental define como «serio de día, coqueta de noche».

Campos, con 67 años, estrenó traje casi bondiano de pajarita verde para su gran noche, lejos del transformista procaz que revolucionó la escena en la Valencia de la Transición. Arropado por sus compañeros en esta puesta de largo, tampoco faltaron al estreno algunas caras conocidas que han desfilado por la película, como el modisto Francis Montesinos, el escultor Miquel Navarro, el actor Tonino Guitian o la senadora Carmen Alborch. Margot estuvo, además, escoltada por compañeros de escena y buena parte del mundo del music hall de la época. También quisieron estar el director de CulturArts, Jose Luis Moreno; y el director general de contenidos de Editorial Prensa Ibérica en Valencia, Cruz Sierra.

Y más admiradores, y nostálgicos atraídos por el icono y por el magnetismo de una época. Porque el documental La Margot se presenta como la revisión de una figura pero también de una Valencia que trataba de desprenderse aceleradamente de la mojigatería del franquismo. Del personaje se escrutan sus orígenes, su liberación sexual al llegar a Valencia desde Bétera, su carrera y sus amoríos. De la ciudad reviven locales como Belle Époque y La Cetra, y la atmósfera de una década.

Los espectadores asistieron desde el patio de butacas al enésimo renacimiento de la Margot, esta vez en la gran pantalla. Desde allí el actor Antonio Campos despertó la empatía (a menudo a carcajada viva) de un público que quería ver a quien un día fue, a pesar de la Montiel, «más Sara que Sara». Al final, una ovación despidió a la Margot, a Antonio Campos, inseparables desde hace cuatro décadas.