Eran duros aquellos años de 1906, cuando Conchita Piquer nacía en la esquina de la calle Ruaya. Todo el barrio Morvedre pasaba apuros y más que muchos, la familia Piquer.

Su infancia la pasó sin darse cuenta; con un valenciano que era la lengua del barrio se las defendía bien. La casa de un piso donde vivía daba a la esquina del carrer natal y de la de Orihuela, como entonces se llamaba, y enfrente una hilera de casas de planta baja, un caserón y luego huerta.

A medida que pasaban los años, sus correrías iban para el foco luminoso del barrio: el mercadet de Sant Pere Nolasco, lugar que había abandonado el convento del mismo nombre. Era todo como si lo cantara Carlitos Gardel, «todo el barrio era melodía de arrabal», y tanto es así que una tarde oyó el barullo y canturreo de musica del Orfeón de la Vega, fundado en 1893, donde estaban ensayando.

Quedó encantada en la puerta y en un respiro se le acercó una xiqueta que le preguntó si quería entrar, y así lo hizo. Su mejor amiga y profesora era Inés Juan Martínez, prima del campeón de España de boxeo, quien se encontraba en París por entonces. Ineseta, como le llamaban, tenía una voz mezzosoprano y tocaba la bandurria.

Pronto se dieron cuenta de que Conchita tenía una maravillosa voz y un don congénito para el canto, cuando al final de los ensayos tocaban y cantaban canciones picarescas e irónicas „para la época, claro está„ tales como: «Chacarraca, la novia va a misa/Chacarraca, no porta camisa/Chacarraca el novio l´ha vista...» y no recuerdo qué más.

Como esta otra: «A la vora del riu mare/he deixat les espardenyes/mare, no li ho diga al pare/que jo tornaré a per elles». Y que implicaban estas coplillas el deseo de las adolescentes, ingenuas de entonces. Esta clase de canciones venían al pelo a Conchita Piquer, pues el valenciano era la lengua «del poble» que ella hablaba, y después algo de español aprendía, poco a poco, como a leer, mal escribir, casi todo el carrer lo hablaba, hasta los forasteros „es un decir„ siempre bienvenidos.

Había, precisamente, en la calle «vora sequia», varias familias gitanas, enfrente del «molí de Villacampa», con su extenso y florido jardín. Era el camino que llevaba al «pouet», o sea a la confluencia de la calle San Guillén.

Allí, había un pozo años atrás para apagar la sed, y enfrente la bodega de Salvoreta en donde se apagaban la sed els xicotets con vasos del buen vino.

Ineseta fue quien llevó a Conchita al cine Sagunto y de ahí al de Sogueros, donde ya fue el maestro Penella quien hizo de tutor y de «pigmalión», enseñándole un mejor español y puliendo el diamante en bruto que había conocido.

Sin más. Los afiches, los desnudos... Todo normal en el mundo del espectáculo.

Hoy el estandarte del Orfeón de la Vega está custodiado por los falleros de las calles Sagunto/San Guillén, siendo una de las antiguas vecina de «vora sequia», Maribel Pinazo, su mejor cuidadora.

En el Orfeón se dignó a orar el gran Vicente Blasco Ibáñez, dando un mitin a este medio poblet que para ir al colegio tenía que ir a Valencia. El resto, entre veras y mentiras, ya es conocido, baste pues un cariñoso recuerdo a todo cuanto está escrito.