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Las ondas gravitacionales

La semana, que ha terminado con el tema de las ondas gravitacionales, comenzó con la vuelta a la actividad de Francisco Rivera Paquirri en la plaza de toros Monumental de México. Lo hizo seis meses después del gravísimo percance que sufrió el pasado mes de agosto en Huesca. El mediático coletudo había sido centro, días atrás, de una agria polémica debida a la foto que publicó en las redes sociales toreando con su hija en brazos. Lo cierto es que la reacción que se produjo en las citadas redes por parte de los bienpensantes, políticamente correctos, abajofirmantes de turno y antitaurinos de guardia fue desaforada, llegando incluso a criminalizar a Francisco. Aunque quizá sea justo reconocer la falta de tino o la inoportunidad del espada a la hora de alardear por la red de lo que había hecho. Quizá no era el momento más adecuado, sobre todo con la que está cayendo. Pero bueno, al final lo que consiguió fue que se movieran otra vez los cimientos del antitaurinismo, que volvió a sacar los pies del tiesto. Sorprende cómo se rasgan las vestiduras para unas cosas mientras que frente a otras más graves hacen el Tancredo, miran para otro lado o tratan de justificarlas con demagógicos argumentos.

Lo antitaurino de la semana ha tenido como protagonistas al gobierno balear y a la ciudad de Córdoba. En ésta, el Partido Socialista aseguró apoyar la celebración del Centenario de Manuel Rodríguez ´Manolete´. Así lo anunció la portavoz socialista en el mismo, Carmen González: «Su figura forma parte del patrimonio histórico y humano de nuestra ciudad». De esta forma, el gobierno municipal constituirá una comisión organizadora en la que estarán representadas instituciones y colectivos para promover diversas actividades en relación con el centenario del nacimiento de Manolete. El Ayuntamiento impulsará la celebración de una exposición conmemorativa referida a la figura y legado del torero y afrontará otras iniciativas que se consideren de interés. Pero, eso sí, de organizar una corrida de toros, ni hablar del peluquín. Sólo faltaría. Y es que Córdoba sufrió una moción antitaurina presentada por Ganemos Córdoba. Menos mal que el Partido Popular, el Partido Socialista y Ciudadanos tumbaron la propuesta.

Por su parte, en el Parlament de Baleares, PSOE, Podemos, MÉS per Mallorca, MÉS per Menorca y Gent per Formentera han puesto en marcha una proposición no de ley para prohibir los espectáculos taurinos y suprimir cualquier forma de ayudas públicas a las corridas. La propuesta ha sido aprobada con los votos a favor de dichos grupos, mientras que PP y Ciudadanos votaron en contra. Con todo, la Fundación del Toro de Lidia ha recordado que una proposición no de ley nunca puede tener efectos jurídicos vinculantes, por lo que es falso que el Parlament haya abolido los toros en Baleares. El texto aprobado sólo insta a modificar una ley autonómica de protección animal. Además, en caso de que en el futuro la norma autonómica se modificase, ésta sería inconstitucional y recurrible, por cuanto la competencia en la materia es exclusiva del Estado.

Lo cierto es que, al margen de estas y otras movidas antitaurinas, son los propios profesionales del toreo los que deben tratar de defender la fiesta de los toros. Con muchas acciones. Entre otras, se encuentra el tema de la autenticidad y rigor del espectáculo, que pasa por respetar el elemento primordial del mismo, que no es otro que el factor toro. Sin toro, no hay fiesta. Por ello, espectáculos como los que se están produciendo últimamente en plazas americanas, dan mucho que pensar e incluso generan inquietud. Porque desde allí llegan grandes campañas publicitarias sobre apoteósicos éxitos de tal o cual espada. Cortes de orejas y rabo, indultos a granel, puertas grandes a porrillo. Pero luego al aficionado, cuando lee las crónicas de los revisteros locales o tiene la oportunidad de ver un video de alguno de dichos festejos, se le caen los palos del sombrajo. Porque, a pesar de lo que cacarean los ahora tan de moda gabinetes de prensa, o departamentos de comunicación de los toreros, estos éxitos se quedan en nada ante la escasa presencia y nula entidad de los astados ante los cuales los presuntos triunfadores se han enfrentado. Astados que, de todas formas, tiene peiligro y dan cornadas. Como la sufrida el viernes en Puebla por El Zapata.

Es verdad, sí, que aquí en España se intenta lidiar cada vez un ganado con más presencia o, cuanto menos, con más cuajo y kilos. Pero se debe tratar de lograr el equilibrio entre la casa y el trapío. Lo cierto es que los toreros figuras y sus poderdantes tienen la inveterada costumbre de ir siempre con sus toros debajo del brazo. Un ejemplo de ello está en los carteles de los próximos festejos falleros, donde se vuelven a repetir los hierros de siempre. Toros de lujo, toros de relumbrón, de las mejores ganaderías. Pero, en definitiva, elegidos con esmero para que sus matadores traten de crear su arte ante ellos. Lo que por otra parte es lógico. Eso sí, cuando estas corridas elegidas por ellos y sus mentores no sirven, o no tienen presencia, lo que no viene a cuento son los gestos de desánimo, las cucamonas y los fingidos cabreos de estas rutilantes figuras, como si ellos no tuvieran o no hubieran tenido que ver nada en el invento. ¡Angelitos!

A ver si estas ondas gravitacionales que se acaban de redescubrir ayudan, al toreo en particular y a la sociedad en general, a adquirir cordura y salir de más de uno de los agujeros negros en los que se encuentran.

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