Unos personajes sentados sobre las rocas, en posición relajada mientras el día se escapa. El mar (Mediterráneo, claro) y el cielo frente a ellos. El pincel suelto de Ignacio Pinazo, al borde de quebrar la figura, es fácilmente identificable en este óleo de más de 2,5 metros de largo. El Mediterráneo como lugar de paz, reducto idílico de felicidad, es el aire que se respira ante el imponente lienzo. En estas últimas semanas, la imagen más repetida de una playa mediterránea ha sido, seguro, otra, la del niño Aylan Kurdi, sirio, muerto sobre la arena en la isla griega de Kos. El trayecto de una estampa a otra es objeto de reflexión ahora en el IVAM.

La pintura de Pinazo ocupará un lugar central en la galería 1 del museo valenciano, la principal, desde el próximo jueves, cuando se inaugura la exposición temporal Entre el mito y el espanto. El Mediterráneo como conflicto. Los operarios se esmeraban el pasado viernes en preparar la tela para que luzca en su sitio: será la primera visión al entrar en la muestra.

En esta ocasión, el centro de arte contemporáneo echa el ancla unas décadas más atrás y pesca en la vigorosa escuela valenciana de entresiglos (XIX y XX) para ilustrar la imagen mítica del Mediterráneo, la que conforma la primera parte de la exhibición. Joaquín Sorolla es el rey patrio en esta mirada y no podía faltar, con dos piezas de la colección del museo: una pequeña tabla con una escena de playa y Ráfaga de viento, un lienzo de 1904 que llega a transmitir una sensación de sosiego a pesar de la lucha contra el viento de unos pescadores en plena jornada de trabajo en su velero.

El Mediterráneo es lugar amable y bello, pero también es espacio para lo exótico y fantástico cuando se observa el otro lado de la ribera. Al menos así lo veían los artistas que en el salto del siglo XIX al XX descubrían los paisajes del norte de África. Es la otra parte del mito, que enseñan telas de Muñoz Degraín o José Benlliure (prestadas por el Museo de Bellas Artes y el ayuntamiento de la ciudad, respectivamente).

En la de Benlliure, hombres con coloridas chilabas rezan el Corán. En las de Muñoz Degraín domina el paisaje exótico, un ambiente diferente, pero calmo. No hay conflicto. Ni siquiera turbulencias. Sí hay distancia en la mirada. Picasso y las fotografías de los alemanes Herbert List o Wilhelm von Gloeden complementan el territorio del «mito».

La exposición que comisaría el propio director del IVAM, José Miguel G. Cortés, contrapone esta visión gozosa del Mediterráneo con la que, reflexiona, se ha ido imponiendo desde mitad del siglo XX, «un espacio donde prima el temor, la incomprensión, la muerte y el espanto».

Ese último calificativo es el que contrapone al de mito a partir sobre todo de fotografía y vídeo (la contemporaneidad ha llegado). El valenciano Sergio Belinchón comparte espacio con creadores marroquíes, argelinos, palestinos o libaneses; también europeos.

El punto de vista de la mirada ha cambiado y las imágenes resultantes certifican la cita de Rilke con la que Cortés „ya dijo al llegar que quería un IVAM más mediterráneo„ encuadra la exposición: «Lo bello no es sino el comienzo de lo terrible».