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José Ricardo morales: historia de una ausencia

El mismo día en que leo la noticia del fallecimiento de Umberto Eco, también pongo atención a la necrológica de José Ricardo Morales. Es evidente mi admiración por Eco, pero era necesario dar cuenta de esta historia de una ausencia. Porque esa es la historia de Morales. Ni siquiera el hecho de que hubiera vivido hasta los 100 años, ha dado tiempo para que nuestro país le reconociera lo suficiente. El hecho es que el último dramaturgo vivo que estuvo en activo en el periodo de la II República española, ha sido prácticamente ignorado por el teatro español contemporáneo, a pesar de algunos actos reseñables, como el empeño de José Monleón en recuperar esta figura en la revista Primer Acto, o el de Manuel Aznar en sus estudios; algún estreno del Centro Dramático Nacional (Oficio de tinieblas€), y, por supuesto, la edición de sus obras completas publicadas por la Institució Alfons el Magnànim de Valencia.

Precisamente, el gran conflicto de Morales surge de su vida de exiliado, o como él mismo prefería llamarse, de desterrado. Aunque le hacen nacer en Málaga (1915), al año ya vivía en Valencia («en Málaga aprendí a andar, en Valencia, a hablar»), ciudad en la que residió hasta su exilio de 1939. También es en esta Valencia, capital de la República, donde se vincularía con El Búho (donde coincidió con Max Aub). Y si ya llevaba alguna que otra obra debajo del brazo, su carrera como autor y persona vinculado al teatro se desarrolló en Chile.

Su experiencia de transtierro (ahora en definición de Aub) le ofreció una visión distanciada y lúcida, de ahí que su teatro sea una dramaturgia de la revolución frustrada. Si Aub elige el documento político, Morales opta por mostrar la situación de la sociedad que carece de conciencia revolucionaria y acepta el sinsentido de la vida. Una fina ironía rodea a una obra que no refleja el absurdo como categoría metafísica (Beckett), sino como contingencia sociocultural e histórica.

De sus piezas podemos destacar títulos como El destinatario, o El embustero en su enredo, estrenada por Margarita Xirgu en 1945, en Buenos Aires. Hay una nube en su futuro es otro texto destacable, así como Los culpables, en la que Morales, quien también tuvo que soportar otra dictadura, la de Pinochet, imagina la resistencia al franquismo.

Ya se sabe, el mejor homenaje a un dramaturgo es leerlo y/o escenificarlo. Y más en este caso, donde la justicia poética lo impone.

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