Una joven casi niña vestida casi de mujer con un elegante vestido de color burdeos está sentada en la escalinata por la que se baja al auditorio Mar Rojo del Oceanogràfic de Valencia. Mira al horizonte, mientras el día se escapa entre una brisa salada, sin prestar atención a la gente que pasa a su lado. Su padre se encarga de devolver el saludo al que la felicita. Se llama Mar Valor, tiene 15 años, y hace unos minutos estaba sentada al piano tocando ante la mirada del rey actual de este instrumento, Lang Lang, rodeada de público joven por un lado y de los peces del acuario, por otro.

«Nunca había dado clase delante de un acuario. Es fantástico, un lugar espectacular, es como tocar para el mar», dice el pianista chino nada más subir al escenario. Lleva casi seis horas en la instalación, que el jueves reabría sus puertas con nueva imagen y nueva gestión. Por la mañana ha estado tocando en el pasillo de los tiburones. «Estaban contentos, me miraban», afirma mientras gesticula y demuestra que, además de dominar la técnica del piano hasta el virtuosismo, sabe comunicar y ganarse al público.

El maestro viste traje azul sobre camiseta negra, luce un despeinado muy peinado „propio de cualquier joven de 33 años o menos„ y no para un minuto sobre el escenario. Junto a Mar y Rubén Morcillo, de 19 años, ambos estudiantes de piano en conservatorios valencianos, son los protagonistas de la masterclass organizada por Levante-EMV y la fundación del concertista chino.

Lang Lang, que vive desde los tres años al lado de un piano, es un convencido de la función social de la música. Entiende su actividad ahora con los jóvenes como una cuestión también de justicia.

«Si consigues algo en la vida, tienes que devolver. Así debería funcionar el mundo: buscar el equilibrio, retornar a la gente lo que te da. Hay que hacer más, encontrar tiempo para iniciativas con más sentido», afirma.

Como esta. «Esto es más especial que Versalles», sentencia, al ser preguntado sobre su último disco, Lang Lang in Paris, por Ximo Rovira, conductor del acto junto con el profesor Juan Francisco Lago.

Quince años y nada es nuevo

Le toca a Mar salir al escenario. A pesar de los 15 años, ni el público ni el genio chino son nuevos para ella: con catorce debutó con la Orquesta de Valencia y hace año y medio participó con pianistas de todo el mundo en un campamento en Barcelona auspiciado por Lang Lang.

El músico la observa desde detrás mientras interpreta el Preludio número 5 de Rachmaninov. Entre el público se ve algún palo selfie para guardar la experiencia. Este es un acto de jóvenes y se ha avisado al principio de que está permitido exprimir los teléfonos móviles: fotografiar, tuitear, instagramear y cualquier neologismo acorde a los avances tecnológicos.

«Muy bien, has mejorado mucho». Lo primero que le dice a Mar. Ahora vienen las correcciones: «Has de pensar en un grupo de personas que vienen de lejos, marchando, pum, pum, pum». Las onomatopeyas también valen hoy, cuando el inglés no sirve para todo.

«Debes tocar de manera más dulce, delicada, as퀻. Y se sienta en la banqueta. «Has de estar segura de que se vean los distintos instrumentos [€] Deja salir al sonido, sin prisa, sintiendo que cada vez llegas más profundo. Sí, ahora sí. Utiliza más tus hombros para leer el acento [€] Has de poner tu corazón», tararea mientras toca él el piano a modo de ejemplo.

«Tocas de maravilla, pero tienes que pensar más en la personalidad. Ha de tener más contraste [€] Rachmaninov tiene notas por todas partes, lo importante es buscar el equilibrio, acabar el puzzle, ver los niveles, analizarlo todo. Es el desafío de Rachmaninov, pero lo conseguirás sin duda».

Ha pasado más de media hora con la joven. El público no ha chistado. En primera fila, la madre del último fenómeno mundial de la música clásica no pierde detalle junto a una asistente. Tiburones y demás fauna son los únicos que pasan por allí como si tal cosa.

«Emocionado y nervioso»

Para Rubén sí que es su primera ocasión al lado de Lang Lang. Confiesa que está emocionado y nervioso. El maestro chino se sienta esta vez en el borde del acuario, con la partitura en la mano mientras el joven afronta la Danza tirolesa de Mily Balakirev.

«Es una obra preciosa, no la había escuchado antes», dice Lang Lang como preámbulo. Incide en corregir el abuso del pedal y en la importancia de la mano izquierda.

«Suena demasiado fuerte, la voz del medio ha de salir más, no tengas prisa. Creas una niebla, un poco de confusión. Ahora sí», dice gesticulando con la mano hacia arriba. «Precioso. Que la música sea apetitosa. Tienes un problema, no subes lo suficiente; si no, el sonido es muy plano [€] Hay mucha repetición en esta obra Necesito un tono más claro es la semicorchea».

Y desliza un consejo de maestro: «Si vemos minuendo, no hay que hacerlo enseguida, porque te queda tiempo, como cuando ves un coche. No hay que llegar muy pronto».

«Así, despacio, lentamente. Algunas veces mis pies se cansan un montón cuando tengo una obra muy dulce. Mira mi pie „pide a Rubén„. Si no, suena así». Y el piano Steinway suena sucio.

Es el tiempo de las preguntas y los agradecimientos. «Hoy hemos podido ver tu sabiduría sobre la comprensión de música. Hemos aprendido». Lago rompe el hielo.

Le sigue un niño de corta edad. Por qué toca tan bien, le dice. «Mucha práctica. No solo moviendo las manos, también con el alma y la mente», responde.

Un chico se acerca hasta el borde del escenario y rechaza el micrófono cuando se lo ofrecen para hablar de cerca a Lang Lang. Le pide consejo para el día después de la graduación.

«No es fácil „afirma el pianista„. Empieza la vida, hay que encontrar el trabajo idóneo y un camino correcto». Audiciones, concursos „cuántos más, mejor, para conocer también gente del mundo de la música„, montar grupos de cámara, la docencia, estudiar otras materias al margen de la música «para tener el doble de ideas»€ Es la hoja de ruta que puede ofrecer. «Y si se quiere ser el no va más del piano, no hay secreto, porque siempre habrá un interrogante sobre si eres realmente el mejor».

Lang Lang cuenta a otro pequeño que cuando tenía su edad estudiaba seis horas al día. Ahora son dos, «hoy menos porque toqué ayer [por el jueves, en el Palau]».

Le felicitan por el concierto y le preguntan por Chopin y Bach. Son cuestiones de aspirantes a profesional de la música. «La melodía es lo principal en Chopin, todo ha de apoyarla», asevera él.

Son casi las 18.30 y el avión privado le espera a las 19.00. «La última», pide sonriendo. Un niño quiere saber en cuántas ciudades ha estado. Cientos, de los cinco continentes. «Pero Valencia es una de mis preferidas. Hoy es un día especial, nunca había dado clase bajo el mar». Y para completar la broma dice que lleva tres días comiendo paella. Antes del fin le queda tiempo para firmar discos, partituras y lo que le pongan.