Cuando Nikola Tesla tenía tres años vivió un episodio que marcaría el camino del resto de su vida. Mientras acariciaba el lomo de su gato Macak el roce de su mano produjo una lluvia de chispas ruidosas y quiso averiguar por qué. Su padre, un sacerdote ortodoxo, le dijo que era lo mismo que ocurría en los árboles durante una tormenta: la electricidad. Desde ese momento y hasta su muerte Nikola Tesla enfocó sus días a resolver qué era aquel fenómeno hasta convertirse en el gran visionario de la electricidad. El Museo Príncipe Felipe recuerda ahora la vida y la trayectoria de una figura olvidada por la historia con la exposición Nikola Tesla. Ideas como relámpagos, una adaptación del proyecto expositivo que se vio en 2014 en el Espacio Fundación Telefónica, comisariada por Miguel Ángel Delgado y María Santoyo.

Nikola Tesla nació en 1856 en Smiljan, una aldea serbia del Imperio austríaco (actual Croacia) y dedicó su vida a la investigación científica. Fue un genio considerado el fundador de la tecnología moderna y padre de la civilización eléctrica. Gracias a él existe la corriente alterna que se usa hoy en todos los hogares, el motor de inducción polifásico, los aviones de despegue vertical, las lámparas de bajo consumo, las energías alternativas o la transmisión inalámbrica de electricidad. Fue pionero en la robótica y vaticinó Internet y los dispositivos sin cables que cabrían en un bolsillo.

Pero su éxito no fue reconocido hasta mucho después de su muerte. Viajó a la Nueva York de los primeros rascacielos para trabajar con la persona a la que admiraba, Thomas Edison, pero fue un intento frustrado al convertirse en su archienemigo, ya que ambos protagonizan una de las rivalidades históricas más conocidas de la ciencia. La defensa de Edison por la corriente continua y de Tesla por la corriente alterna, le valió al inventor de la bombilla para iniciar una campaña de desprestigio hacia Tesla en la llamada «Guerra de las Corrientes».

Y no fue el único científico que trató de hacerle sombra. Guglielmo Marconi, premio Nobel por el invento de la radio, se apropió de hasta diecisiete patentes propiedad de Tesla, quien ya llevaba varios años probando la emisión y recepción de señales de radiofónicas. En 1943, la Corte Suprema de EE UU reconoció que Marconi había pirateado su invento y le devolvió los derechos a Tesla. Murió sin saberlo, en soledad y destinado al olvido.

Esta figura científica maltratada por la historia fue reivindicada después por movimientos contraculturales que descubrieron todo el legado de un hombre que se opuso a lo establecido y que vivía en un mundo que no estaba preparado para sus inventos. «Quiso que la electricidad fuera gratis y universal, defendió las energías alternativas, pero eso no fue tolerado por las empresas capitalistas que no querían que fuera de libre disposición», apunta María Santoyo. «Fue un hombre adelantado a su tiempo. Una figura clave injustamente olvidada».