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Investigación

El cartujo a la sombra del poder

Una investigación saca de las sombras al noble y religioso de Portaceli Francisco de Aranda, hombre de confianza de Martí l´Humà y el papa Luna que participó en el Compromiso de Caspe y el Cisma de Occidente

El cartujo a la sombra del poder

La larga vida de Francisco de Aranda (1346 - 1438) da para una serie de televisión. O al menos para un capítulo de El ministerio del tiempo. Sus más de noventa años de recorrido temporal en un momento crucial de la Corona de Aragón son de una continua presencia al lado del poder político y religioso mientras se sucedían decisiones históricas. Ni el ingreso, ya cumplidos los cincuenta años (1398), en la cartuja de Portaceli truncó esa tendencia. Más bien al contrario.

«Un hombre de una trayectoria sinuosa, que parece haber amado mucho el poder, puesto que siempre procuró estar a la sombra de quien lo ostentaba». Así describía a mosén Aranda la medievalista Maria Teresa Ferrer i Mallol en su aproximación al personaje.

Ahora, el profesor de Historia del Arte de la Universitat de València Albert Ferrer Orts y la investigadora Estefanía Ferrer han contribuido a rescatar de las sombras a esta «personalidad relevante» de los siglos XIV y XV en un trabajo en la revista Historias del Orbis Terrarum, que se publica en Chile.

Su conclusión, después de rastrear la huella de Aranda, es que conviene continar indagando en su figura a la vista de la trascendencia de los sucesos históricos tras los que estuvo, siempre en segundo plano, y de sus contribuciones a la más antigua cartuja valenciana, por las cuales fue considerado como su «segundo fundador».

Pere IV, Joan I, Martí I, Ferran I y Alfons V. Francisco de Aranda, nacido en una familia noble de Teruel, estuvo al servicio de todos estos monarcas de la Corona de Aragón. La lista es importante no solo por su extensión, sino porque en ese periodo se produjo el cambio de dinastía real a la muerte sin hijos de Martí I (l´Humà), lo que propiciaría pocos años después la unión de las coronas de Aragón y Castilla.

Además de esa presencia cerca del poder político, el cartujo estuvo próximo también a Benedicto XIII „el papa Luna„ en los momentos en que se dilucidaba el Cisma de Occidente (la división de la cristiandad entre los fieles al papa de Aviñón y al de Roma).

Francisco de Aranda entró en la corte de Pere IV (el Cerimoniós) a los 15 años para convertirse pronto en amigo y caballerizo mayor de su segundo hijo, el infante Martí.

Cuando este marchó a la guerra de Sicilia, el entonces rey Joan I lo convirtió, vista su eficiencia, en instructor de su propio hijo.

Este fue su peor momento en la corte, porque «durmiendo una noche con el Príncipe, quando despertó a la mañana, le halló muerto a su lado sin saber de qué causa o accidente». Lo cuenta Juan Bautista Civera, el cronista de de Portaceli entre los siglos XVI y XVII, citado ahora por los investigadores valencianos como fuente fundamental en su trabajo.

Aranda fue hecho preso por orden del rey y trasladado al castillo de Morella. Siete años permaneció allí. Hasta la muerte de Joan I (1396) y el acceso al trono de su hermano, Martí I.

Y de la libertad, a la cartuja de Portaceli, donde ingresó dos años más tarde con una buena dote de su patrimonio, como era norma.

La tranquilidad monástica le duró poco, porque a partir de 1402, tras la llamada de Benedicto XIII, se vio envuelto en todos los acontecimientos del Cisma de Occidente. Hasta 1417, cuando firmado el concilio de Constanza, se separó del papa Luna al mantenerse este en su posición cvontraria al acuerdo,

Entre medias de esos episodios, Aranda fue convocado para la solución al problema dinástico tras la muerte sin descendencia de Martí I (el Compromiso de Caspe) junto con su maestro, el también cartujo Bonifaci Ferrer. Los Trastámara pasaron a hacerse con la corona y, en la posterior tranquilidad monacal de Portaceli, Alfons el Magnànim llegó a visitar al viejo y solícito consejero de reyes y papas.

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