El viaje arrancó en Vespa hace unos cincuenta años. Jordi Teixidor (Valencia, 1941) y José María Yturralde (Cuenca, 1942), dos estudiantes de la Escuela de Bellas Artes San Carlos, se fueron a Cuenca para entregarle sus obras a un comprador, el pintor Fernando Zóbel. El destino accidental se convertiría en residencia temporal cuando Zóbel, un viajero que se había desanudado los cordones en ese rincón de la Mancha, decidió fundar allí en 1966 el Museo de Arte Abstracto Español, «el primero dirigido por artistas en este país», aseguraban los protagonistas de aquella excursión.

Ambos estuvieron ayer en la inauguración de la muestra que les ha unido a su «maestro» Zóbel en el Palau Joan de Valeriola, sede de la Fundación Chirivella Soriano. La pintura, el viaje, la contemplación es el título de esta retrospectiva de los dos valencianos junto a Zóbel, fallecido en 1984, en lo que supone la primera sinergia expositiva entre Chirivella Soriano y la Banca March, impulsoras y donantes de obra (entre otras instituciones) para una muestra de 130 piezas, con pintura, escultura y cuadernos de los artistas.

La exposición pretende ser más el relato de un viaje que una compilación «historiográfica», recordaba el comisario, Manuel Fontán. En concreto, la aventura del arte abstracto español en mitad de los sesenta, cuando en la escuela de Bellas Artes de Valencia «no te dejaban mentar a Picasso» y «a un compañero lo tiraron del aula por mencionar a Marx cuando hablaba de Goya», recordaban los viejos compañeros de San Carlos. «Éramos académicos en clase y abstractos clandestinamente», comentaba divertido Teixidor.

Luego llegó la compra de Zóbel desde Cuenca, un pionero que nombraría a aquellos estudiantes conservadores agregados del nuevo museo manchego, que hoy cumple medio siglo «pero no es un cincuentón», avisaba el comisario. En la segunda planta del palacete se funden las cronologías de los dos autores valencianos, «de lenguajes opuestos» aunque con preocupaciones similares por las tensiones del espacio y tiempo, por la trascendencia y el vacío, por «generar una reflexión que supere a la propia obra», decía Teixidor. Ahí están desde las piezas que viajaron en moto tierra adentro hasta obras acabadas este mismo año. La primera planta, mientras tanto, está dedicada exclusivamente a Zóbel, a su inquietud por un arte que rompía las cadenas del conservadurismo cultural de la dictadura.

Cincuenta años después, los ya veteranos artistas recuerdan que Valencia no ha sido una tierra fácil para los artistas últimamente. «Yo me he ido distanciando», apunta Teixidor. Yturralde, que sívive aquí, señala que ya la generación anterior había escapado de la ciudad, «y los que se quedan están aislados, como en las faldas del Everest». «Es que hemos vivido una época muy desafortunada», lamenta Teixidor, «y hace falta que la administración y la sociedad se comprometan con la cultura de calidad».

La obra de estos dos compañeros permanecerá hasta junio en Chirivella Soriano para concluir el viaje que se inició con una escapada en moto.