El primer vistazo alienta a imaginar una autora atormentada, marcada por un proceso tortuoso o algún suceso terrible. Cuando habla, sin embargo, Paula Bonet aclara el ambiente: «Si ves la globalidad de la obra puede parecer más oscura porque hablamos de dolor, de miedos y prejuicios, pero...». Pero. Ni punto de inflexión ni encrucijada ni dramático titular a la vista. «Siento una armonía y plenitud que no había sentido hasta ahora», zanja.

Bonet ha llevado hasta la galería Pepita Lumier su evolución como artista, marcada por la lectura de una serie de autoras como Clarice Lispector, Sylvia Plath o (y sobre todo) Anne Sexton. «Son mujeres que hablan desde la condición de mujer, que se refugian en su obra y utilizan la autobiografía para entenderse y para hacer que temas que son tabú dejen de serlo», abunda la artista desde la misma galería que hoy dará a conocer los veinticinco grabados, once óleos y unos treinta dibujos que ha creado expresamente para la muestra Y llegas a perforarme en el blanco de mi sed, preludio del libro que publicará en octubre y que se titulará La sed.

«Sexton habla de la necesidad de tomar pastillas porque tenía tendencia a la depresión. O de la relación de la mujer con la maternidad o la pareja o los roles que se supone que tenemos que representar», explica de una sus referentes, asegurando que en esta muestra, negra como el alquitrán, ha tratado de utilizar su «pequeño altavoz» para denunciar la desigualdad entre sexos. «Desde que mi obra tiene cierta repercusión hay veces que me he visto justificándome o teniendo que demostrar algo que a un hombre no se le pide», señala Bonet, cerrando un poco más el círculo: «He estado en congresos nacionales de ilustración donde a mis compañeros se les presentaba de una manera y a mí de otra». Y yendo más allá: «Me he dado cuenta de que he sufrido agresiones de género en mi vida privada desde hace mucho tiempo y fui incapaz de verlo y denunciarlo. Eso es porque se nos ha educado en el miedo». Ha sido la «literatura», confiesa la creadora, la que le ha «salvado», en las horas más oscuras.

«Yo no multiplico mi obra»

Bonet es consciente del estereotipo que se ha propagado de su obra, el del colorido pop de sus dibujos más reconocidos, y apunta que «mucha gente se quedó con el envoltorio», así que ahora no hay una brecha en su trayectoria, sino «una evolución natural».

«Se ha intentado vender mi obra como algo más frívolo», percibe Bonet, a quien la notoriedad, cuenta, le ha llegado con una edad en la que no es tan fácil dejarse deslumbrar: «Cuando tenía veinte años me hubiera dejado llevar por aquellas grandes superficies que me han pedido que repita patrones o que multiplique mi obra; yo no quiero multiplicar mi obra». No es una marca, reivindica la autora, quien asegura que ella elige cuándo acepta un encargo y que lamentaría llegar «a alguien a quien no interese» su trabajo.

De hecho ahora, cuando su trazo ha recorrido el globo entero, ella ansía escapar hacia los primeros pasos, cuando iba con un dossier de galería en galería. «Yo vengo de la pintura al óleo. No es la inmediatez lo que quiero para mi obra, necesito algo más pausado», confiesa la creadora, que piensa detenerse un tiempo en el grabado.