Adolescer 2055 presenta un futuro distópico, tampoco demasiado lejano. Siete sillas y algún elemento esporádico más ocupan el espacio escénico donde otros tantos críos discurren como si acabaran de escaparse del instituto. El envoltorio de la obra es totalmente profesional, la historia está concebida por Roberto Santiago y los muchachos se desenvuelven por el escenario como si llevaran vida y media subidos a las tablas. Chirría, si acaso, su edad, pero ahí está el truco: son adolescentes dirigiéndose, sobre todo, a sus coetáneos.

La obra que hoy llega al Teatre El Musical en el marco del festival 10 Sentidos es una rareza porque mira de frente a un público discriminado por el mundo del teatro. «Hay un boom del obras infantiles pero no encuentras teatro para adolescentes», reflexiona Santiago, que llevaba muchos años dándole vueltas a esta cuestión. «Puede ser por un aspecto comercial: al teatro infantil te llevan los padres, que son quienes pagan, pero los adolescentes ya empiezan a gestionarse su dinero...», apunta el dramaturgo.

En lugar de detenerse demasiado en la cuestión, Santiago decidió hacer algo al respecto. Se había cruzado en ese momento con Primera Toma, una escuela para actores entre 14 y 18 años que también anhelaba una oferta para quienes ellos estaban formando. «Tenemos 240 alumnos», señala una de sus directoras, Inés Enciso, «y como sabemos que la mayoría no acabarán siendo profesionales, queremos formarlos como espectadores». De ahí nació la Escuela de Jóvenes Espectadores, que organiza salidas con jóvenes para ver y analizar distintos espectáculos, y donde detectaron que el teatro se fijaba poco en la edad de sus pupilo. Ellos también decidieron pasar al ataque.

Así fue como las tribulaciones de Santiago encontraron un molde adecuado para mutar en lo que ahora gira en los teatros: una obra por y para ese último tramo de la edad de la inocencia. «Pasé un año hablando con ellos para saber qué temáticas les interesaban y descubrí que les apasionaban los temas eternos: el amor, la muerte, el sexo...», relata el dramaturgo. De su mano, 13 jóvenes (hay dos elencos para cada función) empezaron a dar forma a una obra «que huye formalmente del costumbrismo». Llega a Valencia tras estrenarse en Madrid el año pasado, donde el dramaturgo constató, al fin, «un montón de caras de jóvenes y adolescentes» en el patio de butacas.