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Viaje al cielo y al infierno

Obras de Chaikovski

y Shostakovich

palau de la música (valencia)

De Roberto Gracía. Director: Yaron Traub. Intérpretes: Christian Zimerman (violín) y Orquesta de Valencia.

La programación en días consecutivos del Concierto para violín de Beethoven y el de Chaikovski no podía provocar sino la comparación. En lo que de ellos dependió ganaron los de casa, principalmente porque contaron con una dirección orientada desde una perspectiva diferente pero con meta coincidente con la de la estrella invitada. Ésta también se alzó con la palma en buena medida por la clase de acompañamiento lo apoyó.

Bien conocido por el público que abarrotó el aforo de la Iturbi, el alemán Frank Peter Zimerman (Duisburgo, 1965) volvió a hacer alarde de su distintivo sonido pleno y vibrante, esta vez con dosis suplementaria de tersura en el legato y de sugerentes sinuosidades en un fraseo no por ello melifluo.

El resultado fue una deliciosa visita al paraíso romántico en la Canzonetta y que en el final se movió por algunos de los pasajes de mayor espectacularidad técnica con agilidad de libélula.

Del romanticismo agresivo del que ya lo sabíamos capaz dejó muestra, como por si las dudas, en el arreglo del Op. 23, nº 5 de Rachmaninov que ofreció como propina.

Tras el cielo chaikovskiano, el infierno del que Rusia comenzó su largo viaje de salida en 1953, año de la muerte de Stalin en primavera y del estreno de la Décima sinfonía de Shostakovich en invierno.

En una de las por otra parte no pocas interpretaciones suyas que dejarán larga memoria, Yaron Traub y sus músicos recorrieron la historia íntima de esta asombrosa obra con profunda penetración en todos sus entresijos para llevar a los oyentes de la horrorosa opresión sentida en el comienzo a la triunfal afirmación de la supervivencia y la esperanza en una conclusión de crescendi construidos con una perfecta distribución en la gradación de las intensidades.

El dúo de clarinetes en el primer movimiento, el frenesí del segundo, el solo de fagot en el tercero fueron otros pasajes de ejecución particularmente logrados, pero la enorme maravilla fue la impresión en su conjuno, para la que fue asimismo muy adecuado complemento el segundo número de la Suite de jazz a título de propina.

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