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Estudio inédito

La vida de Segrelles en Nueva York

La historiadora Mireia Ferrer Álvarez firma un estudio inédito sobre los cuatro años que el pintor de Albaida pasó en la metrópoli - El ilustrador llegó con 40 años y tuvo que marcharse de forma precipitada por problemas legales en 1932

José Segrelles en Nueva York, en mayo de 1930. museo segrelles

Un pintor valenciano en Nueva York. José Segrelles (1885-1969), nacido en Albaida y formado en la Academia de San Carlos de Valencia y Barcelona, se trasladó en 1929 a la gran metrópoli norteamericana, donde estuvo cuatro años. Un periodo intenso, tanto a nivel vital como artístico, que ahora rescata la historiadora Mireia Ferrer Álvarez en el libro Segrelles. Un pintor valenciano en Nueva York. 1929-1932, editado por la Institució Alfons el Magnànim, en la Col·lecció Formes Plàstiques.

Mireia Ferrer, profesora de Historia del Arte de la Facultad de Geografía y Historia de la Universitat de Valencia, tropezó con Segrelles cuando estudiaba los pintores españoles en Nueva York y quedó atrapada. «En principio iba a hacer una cosa general, pero de repente llegué a Segrelles y me doy cuenta que hay algo interesante», explica. Se puso en contacto con la familia y con la Casa-Museo del pintor en Albaida y se encontró con un filón de documentación.

«Una de las cosas que me lleva a Segrelles son las cartas, un regalo para un historiador, pues como Leonardo, lo guardaba todo, recibos de teléfono, todas las cartas, todas las tarjetas. Cuando vi el archivo…», se abrió entonces la puerta al estudio de una etapa desconocida del artista valenciano. El libro además está escrito en Nueva York. «Está muy pensado, hecho desde la narrativa, con mucha interpretación personal, subjetivando como historiadora», sostiene Ferrer, que ha construido el relato leyendo la prolija correspondencia del pintor. Y la verdad que el trabajo, alejado del academicismo, rescata un personaje desconocido.

Segrelles fue básicamente un ilustrador, donde primaba más el oficio que la vocación, y si su primer traslado a Barcelona ya indicaba la búsqueda de una mercado emergente, sus primeros trabajos en la prestigiosa revista Illustrated London News le acercan a la capital del siglo XX.

Relación de amor-odio

El pintor de Albaida llega a Nueva York con 40 años, tras una preparación exhaustiva del viaje, con influyentes cartas de presentación y un mínimo conocimiento del panorama artístico neoyorquino. El primer viaje lo realiza con su hermano, Paco, que se marea en el transatlántico. Luego sus hermanas Dolores y Eduvigis, que también recibieron clases de inglés, se instalan con él.

Mireia Ferrer comprime en esos cuatro años de vida de Segrelles en Nueva York, un tiempo decisivo en la historia del arte contemporáneo. El artista llega a la selva de rascacielos y descubre un mundo marcado por el ruido, las prisas, el cataclismo del crack del 29, la ley seca, el boxeo, el jazz, el cine, las revistas o las celebridades. Una relación amor-odio parecida a la mayoría de españoles que cruzaron el charco en busca de la última modernidad. Un impacto que describe a la perfección Federico García Lorca en Un poeta en Nueva York. Un poemario escrito precisamente en los dos primeros años de la estancia de Segrelles

Una vuelta acelerada

El libro cuenta con detalle ese choque entre mundos. Del sosiego mediterráneo de Segrelles al veloz individualismo de la metrópoli. De hecho, el cuadro de la portada del libre de Mireia Ferrer es Metrópolis una interpretación del pintor sobre Nueva York en 1930, donde aparece su particular línea del cielo.

La aventura americana del valenciano se interrumpe de manera abrupta. Aunque su adaptación a la farándula de la ciudad le incomoda, los encargos son muchos, así como las ganacias. Sin embargo un problema legal precipita su vuelta a casa. «Un destino que se sucede de manera acelerada e imprevista y en el que Segrelles dejará escasas huellas de su partida en forma de cartas y documentos legales», escribe Ferrer.

El 18 de marzo de 1932 embarca en el Paris con destino Le Havre —«en su tarjeta de embarque aparece escrito Family Segrelles»—, y ya no volvería. Tras varios homenajes en Barcelona, Madrid y Valencia, se estableció definitivamente en Albaida donde está su mayor legado.

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