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Entrevista

Fernando Cuadri: "Ser ganadero es un equilibrio entre ciencia, intuición y sentimiento"

Lidiará sus toros el 24 de julio en la plaza de Valencia, con Rafaelillo, Román y Pascual Javier en el cartel

Fernando Cuadri: "Ser ganadero es un equilibrio entre ciencia, intuición y sentimiento"

¿Qué pinta el toro bravo en el siglo XXI?

El toro de lidia es un producto genuino de la genética española. Hemos logrado que un animal que se defendía, ataque. Eso tiene dos ventajas fundamentales. Una y principal: lo hemos sacado de su posición, pero no es estable; si lo dejamos vuelve rápidamente a su sitio. Y otro: lo hemos privado de su estado primigenio para inculcarle una condición como la bravura, que le favorece para lo que está criado, la lidia.

Algo que muchas personas consideran anacrónico, la lidia como un espectáculo de muerte...

Creo que en los animales y en las personas lo importante es la vida y no la muerte. El toro es un animal que disfruta de la vida porque está cuatro años con alimentación natural en un ecosistema privilegiado. El toro es, además, el mejor protector de dicho ecosistema. Algo que se desconoce. Se critica los 20 minutos de lidia y se olvida lo realmente importante. Deberíamos valorar el conjunto.

La cría del toro bravo, ¿ciencia o artesanía?

Creo que bebe de ambas fuentes. Tenemos la genética por la parte de la ciencia. El toro es un animal criado para luchar y en ella intervienen el instinto y los factores ambientales y ahí radicaría la artesanía.

¿Cuál debe ser, entonces, la actitud del ganadero?

El ganadero tiene que ser fiel a sí mismo. El toro es el único animal sin modelo. Cada cual tiene que construir el suyo propio. En primer lugar, nadie te dice qué factores prevalecen sobre otros. En segundo lugar, no puedes comprobar lo que seleccionas hasta pasados cuatro años.

Pese a todo, entendemos que los libros en una ganadería son importantes...

Sirven para seguir un modelo que, más que los libros, está en la cabeza. Para mí el ganadero de lidia tiene que ser un profesional de mucha memoria. Hay otro tipo de ganadero, el de campo, que valora más el trato y el conocimiento de los animales. Yo soy más ganadero de este estilo. Mi padre fue buen ganadero de lidia porque llevaba la ganadería en la cabeza. Sobre todo recordaba mucho por familia. No nos podemos acordar de las 170 vacas, pero sí de las 28 familias en las que están agrupadas.

¿Qué importancia le da a la selección?

La tienta no es juzgar el comportamiento con una nota. Es, ante todo, saber qué se puede admitir y qué no. Por ejemplo, sale una becerra de una reata con genio y pega un berreíto y la descartamos. La siguiente, de una familia demasiado noble, esperamos que dé ese berreíto, que es por el que hemos desechado a la anterior.

¿Cuál es el matiz más difícil de encontrar, el que persigue con mayor ahínco?

La fijeza que, para mí, es síntoma de casta. Está la casta como afán de lucha, la bravura como manifestación de ese afán de lucha mediante la embestida y la nobleza como entrega al buen hacer del torero. Para nosotros lo fundamental en el animal es la casta como afán de lucha, en la que pone todos los sentidos y tiene que estar pendiente de lo que está pasando. Para estar atento a lo que acontece tiene que tener fijeza. A partir de ahí, el animal encastado aprende lo que se le haga para bien o para mal.

¿La fijeza es obediencia?

No, es estudiar el panorama. Los toreros están obligados a hacer las cosas bien porque va a aprender de lo que se le haga. Dentro de la casta, la fijeza es una condición fundamental.

¿La nobleza es docilidad?

Es siempre una condición que debe de ir acompañada de otra. Tanto en animales como en personas, la nobleza sola no existe. Un toro simplemente noble es un toro simplemente tonto. El toro que tiene casta, tiene acometividad y obedece, es noble, si se le hacen las cosas bien. Como las personas; las personas nobles son capaces en algún momento de cogerte por el cuello, pero no pasan de ahí porque la propia nobleza lo evita.

El manejo del toro del campo a la plaza también tiene sus peculiaridades...

El toro en el campo puede ser el mejor del mundo, pero de la dehesa a la plaza hay dos días entre transporte y adaptación. En mi casa, los movemos para que escuchen diariamente la voz del mayoral. Así, cuando los desembarcamos, atienden a esa voz que es lo único familiar que reconocen del entorno que han abandonado. El toro que es tranquilo se adapta bien a las instalaciones de la plaza, sale con el depósito lleno y tienen más posibilidades de embestir, a diferencia de los que se que queman esos dos días por el temperamento.

Pónganos un ejemplo.

El colmo de los colmos fue «Aragonés», lidiado por Israel Lancho en la Feria de San Isidro de 2008. Premio al toro más bravo del ciclo. La temporada anterior había ido de sobrero a Sevilla y Madrid. No nos gustaba porque era muy tranquilote. Fue y volvió de ambas plazas igual. Estaba destinado a las calles de Castellón, pero ese año solo nos quedaron tres toros entre cornadas, lesiones y cuernos escobillados para Madrid. Tuvimos que completar la corrida con nuevos toros entre los que estaba «Aragonés». Saltó al ruedo en sexto lugar. No me fui de la plaza porque tenía detrás a la Peña Taurina de Trigueros y me dio vergüenza. Si estoy en condiciones normales, me levanto y me marcho. Salió olisqueando el albero y, de repente, se puso a embestir como un poseso. No se había desgastado absolutamente nada en los corrales. Con ese toro, pensé, ¿de qué me valen cuarenta años de ganadero si lo tenía en el banquillo? No me he enterado de nada en absoluto. Para que veáis lo difícil que es esto.

¿Deberían mandar más los ganaderos en la Fiesta?

Un poco más, seguro. Las corridas se definen hoy con una frase: Está parado el toro, ha embestido, le ha faltado fuerza. Se pretende reducirlo todo a un denominador común y no debiera ser así. Hay muchos matices que se quedan en el tintero y que los ganaderos sí que tenemos en cuenta a la hora de valorar su actuación.

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