Ni la terna ni el encierro de Victoriano del Río cumplieron con las expectativas del poco público que acudió ayer al coso de Monleón. Tan solo Perera y Mora lograron cortar una oreja del primero y el quinto toro de la tarde. López Simón, pese a ser el diestro que más disposición mostró durante todo el festejo, se fue de vacio por un pésimo uso de los aceros ante el que cerraba plaza, un ejemplar con el que demostró su disposición y firmeza.

Miguel Ángel Perera se llevó de entrada un toro de Victoriano del Río que fue obediente hasta la extenuación y que, pese a sus escasas fuerzas, ofreció posibilidades por ambos pitones.

El diestro de la Puebla de Prior destacó en una serie de naturales corriéndole bien la mano y, en el epílono de la faena, se impuso con claridad en una templada serie de derechazos. No obstante, el conjunto de la labor careció de continuidad por la mencionada merma de fuerzas del burel y la falta de acople del diestro de Badajoz en algunas fases de su obra. Mató de estocada algo trasera y desprendida y fue premiado con una oreja. Ante el cuarto, un astado de aspecto anovillado y que manseó ostensiblemente en las tres primeras varas y se dejó pegar en una cuarta, empujando con cierta codicia, anduvo centrado en una labor que nuevamente resultó intermitente. Esta vez el animal no le ayudó, puesto que carecía de la clase del que abrió plaza y tan solo pudo pasarlo de muleta con cierto decoro.

David Mora tuvo en sus manos un burel que fue de menos a más. Tuvo humillación y nobleza, pero le faltaron fuerzas y casta. Acabó rajado en los terrenos de tablas. El diestro de Borox anduvo animoso con él hasta que el toro dijo basta. Pero salió el quinto, un precioso toro sardo que mereció mejor trato. Primero por parte de la cuadrilla del toledano, que no anduvo fina ni durante el tercio de varas ni en el de banderillas, dejando que el toro campara a sus anchas por el ruedo. Tampoco el torero acabó de acoplarse con la profunda embestida del de Victoriano del Río por ambos pitones y firmó un trasteo que fue de más menos, donde el punto álgido había acontecido al finalizar el primer tercio, en un quite que fue celebrado en los tendidos. Lo mejor fue la estocada, volcándose sobre el morillo del animal, lo que le sirvió para que el amable público le pidiese la concesión de un trofeo que el presidente atendió reglamentariamente

López Simón consiguió meter en cintura a un tercero corretón y sin fijeza y destacó por su compromiso ante el sexto. Lástima que lo despidiese con un infame metisaca, porque el respetable había ponderado su actuación con entusiasmo y le iban a pedir la oreja, que es lo único que parece importar.