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Entrevista

Francisco Díaz Flores, «Curro Díaz»: "El arte debe primar sobre la técnica"

Toreó la tarde en que Víctor Barrio murió en Teruel, en la que experimentó sentimientos de amor y de odio

Francisco Díaz Flores, «Curro Díaz»: "El arte debe primar sobre la técnica"

¿Qué posos le ha dejado la faena al toro de Pedraza de Yeltes en Azpeitia?

La firma de cada tanda. El remate estuvo a la altura de la serie de muletazos, que fueron muy enganchados y despaciosos.

¿Es difícil dotar a los muletazos de personalidad propia?

El toreo, como el cante, debe ser ligado. Ahí reside su dificultad y también su grandeza. El artista no puede parar sin más. Es importante que, entre tanda y tanda, prime la conjunción.

¿En qué basa su tauromaquia?

Mi padre me enseñó que el toreo se tenía que basar en el sentimiento. La técnica es fundamental, pero el arte debe primar por encima de ella. He conseguido aprender un método que se adecúe a mi forma de torear. La cornada de Sevilla me cambia totalmente mi forma de enganchar y soltar los toros. En el toreo se evoluciona para bien o para mal y yo he tenido la suerte de aprender de los errores.

¿Cómo ha sido ese proceso de aprendizaje?

La cornada me quitó del toreo, pero —paradojas de la vida— si no vuelvo a torear tendría la pierna totalmente paralizada. Gracias al toreo tengo pierna. Al faltarme movilidad, he tenido que cambiar la colocación para poder embarcar la embestida del toro sin moverme un ápice. Esta merma física me ha ayudado a evolucionar como torero.

¿Le sorprende la altura artística que ha alcanzado en la actualidad?

Tengo la sensación de estar empezando y todavía puedo torear mejor. No digo que lo pueda hacer más perfecto, pero sí más despacio, con mayor compás. Siempre me levanto con esa ilusión, incluso para torear de salón. Siempre tengo el toro metido en la cabeza.

¿Estamos frente al Curro Díaz más rotundo?

Sí, sin duda. He encontrado el camino. Los toreros hacemos lo que nos gusta porque inspiramos al público. Cuando le meto los riñones a un toro, ese «olé» de la gente en pie es una satisfacción personal. Para mí es una locura hacer sentir con lo que yo siento.

Usted desarrolla su concepto delante de todo tipo de encantes, ¿qué es torear a contraestilo?

Para mí torear a contraestilo sería hacer algo que no sienta, salirme de mi guión al interpretar mi concepto. Casi siempre los toreros culpamos a las ganaderías y los culpables somos nosotros por no habernos acoplado a las embestidas. Todos los toreros deberíamos matar todo tipo de corridas de toros. Sería un aliciente para el aficionado. Bendita sea la pluralidad de encastes.

En Calasparra hizo el toreo ante un ejemplar de un encaste diferente como es el de Victorino Martín, al que consiguió indultar.

El toro indultado fue muy bravo y puso de acuerdo a los aficionados más exigentes; pero el que toreé más a gusto fue el que abrió plaza, con el que me sentí mucho más artista.

¿Cómo fue «Plebeyo», el toro al que se le perdonó la vida?

Fue fiero y me hubiera desbordado si no estoy preparado. La importancia de esa faena radica en la emotividad. El toro embestía como un vendaval. En cuanto a su presentación, fue armónico, con trapío pero bello. Acudió a todos los cites de capa, se arrancó de largo con el caballo y tuvimos que sacarlo de debajo del peto. Era un ejemplar que exigía una enormidad.

Volviendo a la tarde de Azpeitia, allí se volvió a enfundar el mismo vestido que llevó la tarde en que murió Víctor Barrio.

El vestido tenía claro que, o me lo ponía, o lo quemaba. No quise echarle la culpa, pero tampoco fui capaz de ponérmelo antes.

Asumir que un toro ha matado a un compañero en el ruedo debe ser tremendo...

Fue muy trágico y me acuerdo de Víctor, pero más de su familia. No se me va de la cabeza. Pienso en ese día que los toreros somos conscientes que puede llegar y me preocupan más los seres queridos. Nosotros, con la locura del toro, no nos damos cuenta que los que amamos sufren y disfrutan al mismo nivel.

Tuvo que acabar con la vida de «Lorenzo», el toro que mató a Víctor Barrio. ¿Cómo se supera ese trance?

En esos momentos experimentas una sensación visceral de amor y de odio. No fui capaz de matar bien al toro. Simplemente no tenía fuerza interior para hacerlo. Ponerme delante de «Lorenzo» y, a continuación, torear a gusto al siguiente, que fue un toro extraordinario de Ana Romero, fue volver a mi persona. El toreo me vuelve a salvar de una situación durísima. Me olvidé de todo y me puse a torear. Ahí pasé todo el mal rato y creo que fue una suerte poder encontrarme con ese ejemplar, me lo tenía reservado Dios para poder olvidar la tragedia.

¿Es el arte el que nos redime de esas situaciones?

Por su puesto. Gracias al toreo la tarde de Teruel no se ha convertido en un trauma para mí.

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