La analogía es simplista, pero irresistible: Pep Gimeno, Botifarra, grabando La Tarara con Ahmed Touzani en valenciano y en árabe, es como cuando Camarón la grabó para La leyenda del tiempo. Solo que el disco que pretende Botifarra (antes fue espectáculo en directo), tiene un título menos pretencioso: De banda a banda. A quien la comparación le parezca una boutade que recuerde que, al fin y al cabo, la cultura popular no difiere demasiado de un lugar a otro, como dejaba caer ayer el propio Gimeno.

Que tenga en cuenta también que Josep Gimeno i Montell (Xàtiva, 1962), ha sido reconocido como el gran «gran renovador» del cant tradicional valencià, Medalla de Honor del Consell Valencià de Cultura (CVC), por dedicarse a la cultura propia desde «la más pura decencia del sentido popular». «Ha extendido el canto valenciano como hacía décadas no habíamos contemplado y nos ha reconciliado con una manifestación artística», abundaba el secretario del CVC, Jesús Huguet.

Santiago Grisolía, presidente del organismo, concedía la distinción al músico una mañana antes del Día Internacional de la Música, ante todo el pleno de la institución, el secretario autonómico de Cultura, Albert Girona, y el alcalde de Xàtiva, Roger Cerdà, entre otros asistentes. «Es del pueblo, no mía», se desprendía Botifarra después del acto: «Todos han colaborado: los niños y los mayores; mucho o poco, todos. Gracias a toda esta gente estoy yo aquí», agradecía a la multitud anónima que mantiene viva, de boca en boca, la tradición.

Botifarra lleva cuarenta años subido a un escenario desde que volvió de la mili. En los ochenta se unió al grupo Sarau, «una gente que iba a las casas de los abuelos» y le sobrevino la «locura». Hace diez años despertó otra locura, en este caso colectiva y precisamente en torno a su figura: dos libros y un documental se le han dedicado desde que grabó en solitario Si em pose a cantar cançons (2006). «Hay un paralelismo entre él y los poetas, el de salvarnos y devolverle el nombre a cada cosa», subrayaba Toni Martínez, autor de La veu de la memòria. Pep Gimeno Botifarra, y encargado de realizar la laudatio al músico.

Hasta entonces Botifarra era otro «invisible», como se recordaba ayer, y un elemento «marcado», como él mismo apuntaba: «No sé por qué. Yo digo que las canciones populares son para izquierdas y para derechas. Son del pueblo. Alguno se lo ha tomado de otra manera, pero ese es su problema», incidía.

Considerado un maestro, renovador y divulgador del cant, de batre y d´estil, Botifarra ha acumulado en estos años premios de folk „antes se citaba a Camarón, ahora la comparación llega al Nobel Dylan„, y un Premio Importante de este mismo diario en 2012. Elevado ahora por las instituciones, él sigue alucinando con el fenómeno: «El otro día había unas 2.000 personas en el concierto de la plaza del Ayuntamiento. Y no se escuchaba a nadie, estaban todos escuchando. Y para rematar, se acerca un niño al acabar y me dice: ´no has hecho cant de batre, que es lo que me gusta a mí´». A esa criatura le dedicó la medalla de ayer. Botifarra recogió el premio, se armó con la pandereta y cantó un romance, puntual con su inaplazable tarea de seguir divulgando el cant tradicional.