Se decía de él que tenía un mundo interior que sólo se podía transmitir a través del cómic. De hecho, de ese universo nacía una de las pocas leyes a la que era fiel Micharmut: la del dibujo diario. El historietista del Cabanyal, considerado uno de los más destacados del cómic español, murió ayer a los 63 años tras una larga enfermedad.

Sobre las libretas de contabilidad antiguas, Juan Enrique Bosch (Valencia, 1953), volcó hasta sus últimos días todo lo que le llamaba la atención, y que no solía coincidir con lo que atraía a los demás.

Ejemplo de ello fue su último trabajo, Sólo para moscas, en el que ofreció su particular visión del mundo desde una perspectiva infinitamente humilde —la de él—, la de las moscas. «Hubiera dado mi vida por ser una mosca», así lo aseguró el ilustrador en una entrevista. Este cómic fue fruto de un blog con el mismo nombre que fue actualizando durante siete años, el último post fue en mayo de 2015, cuando colgó una viñeta con unas vacas pastando con un garabato inferior que rezaba: «Intermedio...».

Además de la web Soloparamoscas, Bosch mantenía Teatroeléctrico, un collage virtual donde el artista mezcló sus trabajos más vanguardistas con viñetas de autores que admiraba como Elsie Crisler Segar, el creador de Popeye. Bosch trató de reformular el lenguaje de la historieta, sin embargo, nunca dejó de lado a los clásicos, —los más «bárbaros»—. Según el círculo íntimo del artista, el historiador Pedro Porcel aseguró en una ocasión: «Micharmut es el único imprescindible de los historietistas valencianos». Pues Bosch, es considerado actualmente como el ideólogo de esta generación de ilustradores vanguardistas de los 80 —como Sento Llobell, Manel Gimeno, Mique Beltrán, Mariscal, Daniel Torres o Miguel Calatayud—, a los que el IVAM dedicó la exposición «VLC. Valencia Línea Clara».

«Él era quien arrastraba al grupo a las ideas más radicales e increíbles. Todos se reunían en su casa durante los inicios, era un referente», explica Álvaro Pons, comisario de la muestra del IVAM e íntimo amigo de Micharmut.

El autor maldito

«Era un artista completamente avanzado a su tiempo. Es por ello que solía ser visto como un autor maldito», asegura Pons, ya que a Bosch le costaba que los editores publicaran sus trabajos, ya que dudaban que al público le gustara el vanguardismo «extremo» de Micharmut. «Sólo hubo un editor que entendió que estaba delante de un genio, y ese fue Paco Camarasa», indica. El director de Edicions de Ponent, la famosa editorial de cómic, falleció el pasado mes de julio a los 52 años de edad. Es por ello, que el círculo íntimo de Bosch se muestra escéptico ante la idea de que el trabajo sin publicar del artista pueda ver algún día la luz. «Hay mucho sin publicar, ya que Quique siguió llevando un lápiz en la mano hasta que no pudo más», señala Pons.

Su difícil relación con los editores provocó que el artista viera en Internet una oportunidad para difundir su obra sin intermediarios, aunque nunca fue muy dado a la tecnología. De hecho, él fue uno de los últimos historietistas valencianos en incorporar el ordenador en su escritorio. Los más modernos, como Sento Llobell, se adaptaron pronto a la tecnología, motivo por el cual Micharmut les espetó con su particular humor ácido: «¿Y cuando tengáis que hacer una exposición qué vais a colgar? ¿Los disquetes?».

«Era bárbaro, me partía de la risa con él. Era un ser fuera de la común, muy especial», recuerda su compañero Manel Gimeno, que lo vio por última vez en febrero de 2015, durante la exposición de Francesc Ruiz dedicada a la «S», como símbolo de la época dorada del cómic valenciano. Ese fue uno de los últimos actos públicos a los que asistió Bosch, ya que solía repeler la exposición pública, con tal de dejar volar su gigantesca imaginación.