Hay un punto verde en la pantalla de la Filmoteca de Valencia. Fijo, y situado en el extremo izquierdo, ligeramente más abajo de la mitad de la pantalla. Sólo se ve cuando comienza la magia del cine. Cuando se apaga la luz general, se enciende la luz particular, y lo del ojo va de la energía a la materia y regresa de vuelta. Es la sala García Berlanga, donde ayer se presentaban los dos cortometrajes valencianos preseleccionados por la Academia de Cine para los Goya.

Se trata de Graffiti, de Lluís Quílez, que está seleccionado para los Oscar de Hollywood, y Oa, de Jaime Maestro. Dos historias pequeñas, de esas que son las más grandes. Dos trabajos que, juntos, crean una tercera historia. Ambos, aun con estéticas diferentes, ficción y animación, contaban historias de amor tan similares en lo narrativo que causaba sorpresa. Un azar que no existe, como diría la casualidad. Valencianos en Ucrania que hablan en inglés y mongoles asiáticos, de los que cantan armónicos capaces de detener a las estrellas verdes. Oriente y Occidente unidos por el cine. La cuadratura del círculo, en parte, también, gracias al cuidado de Culturarts-IVAC, que las ha unido en un mismo DVD, a partir de un diseño de Pablo Hernández, para que viajen juntas a Madrid, de tal manera que el soporte físico sea «la forma de asegurarnos que lleguen a manos de los académicos. Nosotros no pedimos el voto pero creemos que son lo bastante buenos como para llegar a estar nominados», señalaba el director adjunto de Cultuarts-IVAC, José Luis Moreno. Un apoyo como el que pueden proporcionar las buenas especias a los mejores caldos. Aparte de estos dos cortos, hay 15 producciones más que se han presentado como candidatas.

Los nominados por la academia se conocerán el 14 de diciembre. Las votaciones serán el 16 y la gala, el 4 de febrero. En la presentación, Moreno en el centro; a su derecha los directores Lluís Quílez y Jaime Maestro. A su izquierda, los productores Cristian Guijarro (Graffiti) y Carlos Escutia (Oa).

La sincronía con Chernóbil

La casualidad también ha querido la sincronía con la actualidad. Precisamente ayer, las autoridades anunciaban que la central de Chernóbil deja de ser un peligro para los próximos cien años. El Nuevo Sarcófago Seguro, construido por un consorcio francés con solidaridad internacional y 90.000 hombres, destierra el riesgo de radiación, al menos, de aquella central.

Y el caso es que Graffiti se desarrolla en Prípiat, la ciudad fantasma en la zona de alienación al norte de Ucrania, conocida porque sufrió los efectos del accidente más grave de la historia de la energía nuclear, en 1986.

Hasta allí se desplazó un equipo para rodar esta historia de amor ambientada en un blanco apocalíptico. Con guión de Quílez y de Javi Gullón, la película abandona las zonas comunes del género romántico y las tramas de acción por la supervivencia para centrarse en un film en primera persona, que habla de la soledad y del poder de la imaginación, con un giro contemporáneo que lleva hasta los mensajes cortos tan utilizados para la comunicación de hoy o para encontrar pareja a través de las redes.

Siete meses después del incidente, un único superviviente (Oriol Pla) descubre que puede haber alguien más en la ciudad. En la pared de su guarida, sobre un fresco de Paradise beach, aparece un día un graffiti?«Es una historia de amor en la que solo vemos a un personaje», dice Quílez. «El otro no sabemos si existe o no, pero seguro que donde existe es en la cabeza del protagonista», añade.

El corto tiene el aliciente de que, además de en Ucrania, está rodado en Valencia, en una fábrica de pollos abandonados de Alzira, y en un antiguo economato en ruinas de Puerto de Sagunto. El trabajo artístico es importante, y es una producción de Euphoria con el respaldo de la norteamericana Participan Media y del mecenas Peter Reynolds. Este trabajo ha sido preseleccionado por la Academia de Cine de Hollywood dentro de la categoría Oscar al Mejor Cortometraje de Ficción junto a otros diez de todo el mundo, otro de ellos también español, de título Time Code. El fallo se conocerá el 24 de enero.

La estrella mongola

También de amor habla el corto de animación Oa, realizado por los alumnos de la escuela Primer Frame de Campanar. Una delicatessen de ese cine que a veces te habla, protagonizado por una niña y un aprendiz de chamán con el verde y el rojo como colores predominantes. Una joya cuidada en colores y símbolos, que hablan de una unión entre familias que ya existió y que por alguna razón se rompió. Un cuento, que transcurre en la estepa, donde una estrella fugaz empieza a caer del cielo, alterando el destino de dos niños.

Quince alumnos han trabajado en él durante más de año y medio. «Un esfuerzo titánico», señalaba Jaime Maestro, «del que estamos orgullosos. Más allá de recompensas, es la pasión de la gente que se dedica a la animación» la que se nota en el resultado.

«Todo empezó por la idea de que una estrella fugaz se detiene en el cielo. Tú pides un deseo y la estrella se detiene contigo. El viaje iniciático de su protagonista hacia la madurez y una vida nueva». Un deseo, la esperanza del reencuentro, y la figura del círculo como el hogar. No en vano, Oa significa estrella en mongol. Las letras de su título también son mongolas y componen la lectura /Otz/ en una tipografía que contiene las formas recurrentes del corto: el círculo y el cuadrado, el futuro y el pasado, y todo bien cerrado en otro cuadrado.