La traducción de Joan Fuster estuvo muchos años perdida, pese a la búsqueda infructuosa del cronista de Sueca, Antoni Carrasquer, del director del Espai Fuster, Francesc Pérez i Moragón, del filólogo Santi Vallés y del director de la colección de literatura religiosa Rent, Agustí Colomer. Ni en la Casa Fuster, donde el escritor de Sueca guardaba todos sus escritos, ni Francesc de Paula Burguera, que fue el director del grupo de teatro que representó la obra, ni ninguno de los actores que la representaron, conservaron el libro de la obra.

Durante todo ese proceso de búsqueda, Pérez i Moragón realizó un comentario premonitorio a Colomer: «no te preocupes Agustí, las personas somos tan inocentes que nos pensamos que encontramos documentos, y son ellos los que nos salen al encuentro». Y así fue, en una investigación de textos de Nicolau Primitiu en la Biblioteca Valenciana apareció el manuscrito de La bona nova a Maria.

El texto, de 45 páginas, contiene correcciones, dibujos e indicaciones relativas a la música que acompaña determinadas escenas, realizadas por el músico Agustí Alaman, un valencianista histórico de antes de la guerra, que ayudó a seleccionar algunas piezas musicales para la obra. El hallazgo podría ser el libreto del Burguera, pues en la cabecera de cada uno de los documentos pone «Apunts per a la Direcció».

La bona nova a Maria se publicó en diciembre de 2014 por la editorial Denes, gracias a la cesión de derechos de Josep Palàcios y la colaboración del Ayuntamiento de Sueca, el Espai Fuster i la Càtedra Fuster.

Con motivo de la presentación del libro en Sueca, el Taller de Teatre que dirige Carles Royo, realizó una lectura dramatizada de un fragmento de la obra. Aquello propició la iniciativa de realizar una representación en Sueca en la programación de Navidad. Una iniciativa que puede ampliarse en otras localidades, dada la importancia de una pieza del teatro valenciano de postguerra.