Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Artistas fallecidos en 2016

Y bailarán sobre su tumba

Desde Bowie a George Michael, 2016 deja un reguero de despedidas que han incluido tanto estrellas de la música como nombres menos populares pero fundamentales en la historia del rock

Y bailarán sobre su tumba

­«Mirad hacia arriba, estoy en el cielo/ tengo cicatrices a la vista/ tengo drama, puede robarse/ todo el mundo me conoce ahora». Estaba claro que David Bowie no iba a morirse como un cualquiera. Él, que fue el Coronel Tom, Aladdin Sane, el Duque Blanco, el extraterrestre que bajó un día a la tierra para regalarnos imágenes e himnos eternos de rock´n´roll, se fue un 10 de enero de 2016 de la manera más desconcertante, por sutil y discreta. ¿Acaso no habíamos quedado en que David era de los que no tenía que morirse? En fin... Tres días antes de su traspaso hacia otra dimensión, o a la nada, o a lo que sea, aquí el camaleón publicó un discazo («Black Star») repleto de frases como la que inicia este artículo, versos que a él le sirvieron de despedida y a nosotros para constatar que fue genio hasta para palmarla.

Bowie es (con el permiso del soulman Otis Clay, que se machó el 8 de enero) la primera de las estrellas y no tan estrellas de la música popular que en este 2016 nos han demostrado (como si acaso nos hiciera falta) que el vinilo es inmortal, pero la carne no, y que el «Ashes to ashes» («cenizas a las cenizas») es algo más que aquella canción que el mismo Bowie publicó en 1980. Por cierto, ¿tan malo ha sido este año en cuestión de fallecimientos rockeros? Bueno, 2015 acabó con la muerte del aparentemente inmortal Lemmy Kilmister. Y si miramos más hacia atrás, nos entra cierto vértigo al recordar (o imaginar, según la edad del lector) aquellos 10 meses angustiosos en los que faltaron Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison y Louis Armstrong. O aquel 3 de febrero de 1959, el «día en el que murió la música» tras estrellarse el avión en el que viajaban Buddy Holly, Ritchie Valens y Big Bopper.

Pero sí, lo de 2016 ha sido cuanto menos llamativo, seguramente por el peso histórico y la popularidad de algunos de los finados. Bowie, por supuesto, pero también Prince, que se despidió el 21 de abril en Paisley Park, su mansión en Minnessota, víctima de una sobredosis de fentanilo y dejando una colección de discos que marcó mucho más que aquella década de los 80 en la que se hizo célebre a base de moldear rock, funky, soul y lo que le diera la gana. Y qué decir de Leonard Cohen. Quizá aquí la aparición de la parca nos pudo resultar menos chocante porque al hombre lo contemplaban ya 82 añazos. Pero uno repasa los conciertos de sus últimos tiempos, tan elegante con su sombrero y arrodillándose en el suelo para despedirse de su querida Marianne, que aún piensa que le quedaba mucha poesía por cantar. Y lo de George Michael esta semana también nos ha venido de sopetón, aunque parezca de otro siglo (de hecho, lo es) aquella pinta de malote «miami vice» con la que forró trillones de carpetas y vendió más de 20 millones de un álbum («Faith», 1987) que lo convirtió en el icono de la última época dorada del pop. Un icono, por cierto, que además de por sus discos debería ser recordado sobre todo por su valentía a la hora de tocar ciertos temas.

Quizá este póquer de la muerte pop „Bowie, Prince, Cohen y Michael; cuatro figuras imprescindibles para entender, y disfrutar, de la música popular de los últimos 50 años„ es el que le ha dado a este año su aspecto lúgubre y malrrollero. Pero no podemos olvidar la desaparición de otros artistas que fueron fundamentales para que esto del rock & roll se convirtiera en el gran fenómeno cultural y social del siglo XX. Empezando por un tipo con cara de «bon xic» sureño (del sur de los Estados Unidos, se entiende) fallecido el 28 de agosto y que gastaba el nombre de Scotty Moore. Fue él el que acompañó con la guitarra a un chaval guapo y tímido llamado Elvis en aquella sesión mítica en la que a ambos les dio por improvisar sobre un viejo tema de blues y cambiar la historia de la música. Y también estuvo con él en aquellas primeras canciones que convirtieron al Rey en el Rey. Y cómo olvidar a ese alto funcionario del pop que respondía al nombre de George Martin. Es difícil saber dónde empezaba el talento de este productor que murió el 8 de marzo y donde acababa la genialidad de John, Paul, George y Ringo (supongo que, como en el caso de Elvis, podemos ahorrarnos los apellidos). Pero dice mucho a su favor el hecho de que los Beatles, a pesar de la diferencia generacional entre las partes, pusieran siempre en sus manos el sonido (y muchas veces algo más) de sus legendarios discos. Y no nos vamos a olvidar de otro productor fundamental, Phil Chess (falleció el 19 de octubre), que junto a su hermano Leonard dio voz a los más míticos bluesman de Chicago y la oportunidad para que miles de blanquitos con ínfulas de Mississippi se aprendieran el «a-e-i-o-u» de la autenticidad musical. Auténtico como pocos fue Mose Allison, un negro de piel blanca que con su piano y sus letras despegadas hizo convivir como si fueran lo mismo el jazz, el blues y el rock. Otro pianista muerto ilustre de noviembre (del 13, en concreto) y otro que brincaba cuando le daba la gana entre los estilos musicales, fue Leon Rusell, que trabajó con lo más granado de los 60 (Phil Spector, Byrds, Frank Sinatra y, sobre todo, Joe Cocker) y tuvo una más que plausible carrera en solitario.

En septiembre mirábamos hacia Jamaica para llorar a Prince Buster, el embajador máximo del «ska» allende su pequeña isla caribeña y arquitecto fundamental en la edificación del reggae. Pero para lloros los que nos provocó a todos los amantes del soul fetén Sharon Jones cuando el pasado 18 de noviembre nos enteramos de que no había podido superar el cáncer que le acechaba desde hace un par de años. Quizá, sin gente como Alan Vega (fallecido en julio) el punk no hubiera demostrados ser algo (mucho) más que una reacción rabiosa y divertida al rock pesado y sinfónico del que formaron parte Sandy Pearlman (muerto ese mismo mes) de los Blue Öyster Cult, o Greg Lake (finado desde el 7 de diciembre) como componente de King Crimson o Emerson, Lake & Palmer.

En fin, la lista efectivamente es tan larga que sabe mal no poder dedicarle alguna línea más a otros muertos de 2016 como el «outsider» del country Merle Haggard, como el «statuquo» Rick Parfitt, como aquel Jim Lowe que se atrevió a cruzar la «puerta verde», como el psicodélico Paul Kantner, miembro fundamental de los fundamentales Jefferson Airplane, como el guaperas Bobby Vee... El rock, como este mismo año nos ha demostrado el nobel a Bob Dylan, ya no es un quinceañero con tupé, sino un maduro que peina canas y que se resiente de la espalda cuando saluda desde el escenario. Habrá que ir haciéndose a la idea.

Compartir el artículo

stats