Vicente Blasco Ibáñez sería hoy guionista de televisión, o escritor mediático, o quizás popular periodista. Hace más de un siglo que sus relatos tuvieron el apoyo del público, y ahora en el año de su 150 aniversario de su nacimiento, renace el interés por su literatura. Tras las adaptaciones al valenciano de La Barraca y de su Cuentos valencianos, la editorial andaluza Almuzara ha reeditado Oriente, un libro de su viaje hasta Constantinopla.

«La Europa occidental, con sus ciudades cómodas y uniformes, seguramente que no puede borrar el recuerdo de esta aglomeración de razas, lenguas, colores, libertades inauditas y despotismos irresistibles, que ofrece la metrópoli del Bósforo». La descripción de Estambul que Blasco escribió hace más de siglo, se antoja actual. La dote que tuvo siempre el escritor valenciano para interpretar sociedades diversas persiste en el paso del tiempo. La prueba del algodón definitiva que distingue a los autores universales.

Ya lo dice Javier Ortega, en la Breve nota del editor que abre el libro, pues sostiene que la «grandeza» de Blasco, oculta durante el franquismo por su acendrado republicanismo «ha propiciado en las últimas décadas un moderado pero paulatino olvido, innegable a nuestro entender „fuera de los márgenes de lo estrictamente académico„, cuyos nocivos efectos se impone remediar, o cuando menos paliar, con diligente prontitud».

Intensa aventura

Oriente es otro ejemplo más de bagaje intelectual del escritor, periodista, político y editor; pues desgrana con solvencia las remotas disputas teológicas de la Europa del Este, al mismo tiempo que describe de manera precisa rincones ignotos, como el Gran Puente que va de Gálata a Estambul. E incluso vaticina algunos cambios acontecidos después, tras la Primera Guerra Mundial.

La obra es producto de su intenso periplo realizado en 1907 en compañía de la chilena Elena Ortúzar y Bulnes, con la que se casaría en segundas nupcias en 1925, por Ginebra, Berna, Munich, Viena, Budapest y, sobre todo, Constantinopla „el nombre histórico de la actual ciudad de Estambul situada a ambos lados del Estrecho del Bósforo en Turquía, y que fue capital del imperios otomano„.

En la primera parte del libro, «Camino a Oriente», Blasco hace un guía certera de la Europa de principio del siglo XX, desde la ciudad balneario de Vichy hasta Budapest, pasando por Suiza, Alemania y Austria. La segunda parte transcurre en Constantinopla, donde el escritor se zambulle por en entero en el universo oriental, muy pendiente de sus fulgores, vitalidad y bullicio. «Los occidentales confunden con frecuencia el serrallo con el harén. Serrallo es simplemente un palacio: sólo el harén (lugar sagrado) es el departamento destinado a las mujeres».

Accidente ferroviario

El libro recoge además la narración precisa del grave percance que sufrió Blasco Ibáñez en su viaje de vuelta, y que estuvo a punto de costarle la vida. Ocurrió cerca de Budapest, «a las verdaderas puertas de la Europa europea». Un choque del exprés en que viajaba con un tren de mercaderías. «Todo roto, todo demolido, como si un proyectil de cañón hubiese pasado por él. Cuerpos en el suelo, mesas caídas, manteles rasgados, líquidos que chorrean, no sabiéndose ciertamente lo que es café, los que es licor y lo que es sangre; platos hachos trizas y todos los cristales del vagón, los gruesos cristales, partidos en láminas aguas, esparcidos como transparentes hojas de espada».

Dentro de viente seis días, el 29 de enero, se celebra el 150 aniversario del nacimiento de Blasco Ibáñez. Todavía no hay actos oficiales.