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Crítica musical

Sensualidad y clase

Obras de Haendel, Rossini, Bizet, Saint-Saens, Lecuona, Piazzola.

Sociedad Filarmónica de València palau de la música. (valència)

Intérpretes: Nancy Fabiola Herrrera, mezzosoprano y los solistas de Valencia (Juan Luis Gallego, violín; David Apellániz, violonchelo; Mathew Baker, contrabajo; Roberto Turlo, oboe; Salvador Martínez, flauta; Vicent Alós, clarinete y Stefano Espanopoulus, piano).

El poeta venezolano Miguel Otero Silva escribió a su esposa: «amo tu voz cuando estás en silencio, porque el silencio es el sutil presagio de tu voz». Eso es lo que sucedió en el concierto de Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano nacida en Caracas, de padres canarios. Cada pausa y cada respiración nos anunciaban la esencia y los matices aportados en su canto.

Desde su Ombra mai piu, de Haendel, dicha con pausa pero sin parsimonias desfasadas, dejo constancia de un sólido registro grave, controlado con inteligencia y excelente escuela hasta llegar a la -posiblemente- más bella aria del repertorio romántico, Mon coeur s´ouvre à ta voix, de Saint-Saens, demostrando el excelente momento que atraviesa, sin merma alguna en el registro agudo. No en vano es una Carmen imprescindible de la escena internacional. Demostró con su Cruda sorte, de Rossini, que los desafíos de la coloratura no son -ni han sido jamás- obstáculos para su entrega al bel canto. Es actriz consumada y su mirada anticipa el carácter de cada frase porque vencida la dificultad del texto nos convence del mensaje del compositor. Así de fácil.

La Herrera supo demostrar su versatilidad componiendo un programa exigente pero heterogéneo. No es poco riesgo incluir páginas del cubano Ernesto Lecuona (admirado por Ravel o por Iturbi en su debut parisino) o del marplatense Astor Piazzola (alumno nada menos que de Nadia Boulanger) y para ello se rodeo de siete magníficos músicos, los solistas de Valencia, que arroparon a la cantante con unas adaptaciones expresamente escritas para estos conciertos por Xavier Piquer.

Condensar toda la trama orquestal de los maestros seleccionados en un entramado de siete instrumentos es una aventura musical un tanto temerosa ya que, aun cumpliendo con los mandatos del original, falta molla. Por ello, la prestancia de los instrumentistas, bajo la dirección general de Roberto Turlo, fue fundamental para que la diva canaria se sintiera arropada y cómoda, permitiéndole recrear y explayarse con standards como Siboney o María la O, los dos momentos de Piazzola y los tres negro spirituals. Los socios de la SFV aclamaron a la cantante y ella, solícita, bajó al patio de butacas para derramar sensualidad y clase. Gran músico y gran cantante.

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