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75 años sin el poeta

Los cuentos que hacían llorar a Manolillo

El libro «Cuentos para mi hijo Manolillo» reúne, con nuevas ilustraciones, los cuatro relatos que Miguel Hernánez escribió entre rejas para su hijo

Los cuentos que hacían llorar a Manolillo

«Cuando el niño supo leer lo hice dueño del libro, pero más bien su lectura le hacía llorar al acordarse de su padre. Ahí están los borrones de las lágrimas que caían en las páginas». Son palabras de Josefina Manresa, esposa del poeta Miguel Hernández en alusión a los cuatro cuentos que Hernández escribió en la cárcel de Alicante para su hijo Manuel Miguel, Manolillo para el poeta.

La editorial Nordica Libros recopila en Cuentos para mi hijo Manolillo -con ilustraciones de Sara Morante, Adolf Serra, Alfonso Zapico y Damián Flores- los cuatro relatos que Hernández escribió entre junio y octubre de 1941. Considerados uno de sus últimos proyectos literarios, estos cuatro cuentos «representan un gesto de amor de un padre a un hijo en un tiempo oscuro, en el que era demasiado difícil pensar en la esperanza, si bien Miguel la encontró en su pequeño», reflexiona el periodista Víctor Fernández en el prólogo de la edición, con motivo del 75 aniversario de la muerte del poeta.

Este volumen recoge los cuatro cuentos que escribió entre rejas a Manolillo. Dos de ellos fueron publicados por primera vez en 1988 por el catedrático de la Universidad de Alicante José Carlos Rovira, mientras que los dos restantes vieron la luz con motivo de la exposición que se dedicó al poeta en la Biblioteca Nacional con motivo del centenario de su nacimiento. Los cuatro cuentos son «El potro obscuro», «El conejito», «Un hogar en el árbol» y «La gatita Mancha y el ovillo rojo».

Oca Pérez, «aliado perfecto»

Como Fernández señala, «El potro obscuro» y «El conejito» fueron confeccionados con la ayuda de Eusebio Oca Pérez, responsable de pasar a limpio los textos del poeta y de realizar las ilustraciones. «Maestro, periodista y excelente dibujante, Oca era otro compañero entre rejas en Alicante y el aliado perfecto para dar forma a los cuentos, redactados a lápiz en unas pequeñas hojas de papel higiénico de 12 por 19 centímetros. El amigo los pasó a limpio y los enriqueció creando una grafía especial y unos bellos y sencillos dibujos pintados con acuarelas», explica el periodista.

Añade que hasta la conmemoración del centenario del poeta no se supo que eran cuatro los cuentos que escribió. «Fue entonces cuando Julio Oca, hijo del maestro y dibujante, reveló que guardaba un cuaderno de seis páginas, todas ellas cosidas en la parte superior por un hilo de color ocre», explica Fernández. «El conjunto, hoy guardado en la Biblioteca Nacional es probablemente el último trabajo literario del poeta». «La esperanza de Miguel fue apagándose poco a poco en la enfermería de la prisión de Alicante, donde murió el 28 de marzo de 1942 a los 31 años», recuerda Fernández.

El cuaderno manuscrito fue guardado por Eusebio Oca, que se lo entregó a su hijo para su custodia. Cuando el cuaderno fue adquirido en 2014 por la Biblioteca Nacional pudo constatarse que en una de las páginas Miguel Hernández «empezó a dibujar lo que parecía una pequeña granja, con un pavo y una paloma». «Tal vez -reflexiona Fernández- imaginaba lo que querría hacer en libertad, junto con su mujer y su hijo, como el mismo rogaba en le poema: ´dejadme la esperanza´».

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