¿Quién es esa misteriosa mujer? ¿Y su autor? La segunda pregunta ya tiene respuesta: el célebre Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660). La primera no está del todo clara pero ya se le ha bautizado como Dama de perfil, que toma su nombre de la postura que el busto adopta en el lienzo.

Se trata de una inédita pintura del maestro sevillano que ayer presentó el Museo de Bellas Artes de València y que expondrá la pieza a partir del próximo mes de mayo durante tres meses. Este pequeño lienzo -de 24,5x18,5 centímetros- forma parte de la Colección Delgado, de Córdoba, cuyo propietario la ha cedido al museo valenciano para ser expuesta en una muestra conjunta de su colección y que posteriormente estará depositada en comodato a la pinacoteca de la calle San Pío V durante tres años.

La pieza es un óleo sobre lienzo, que representa el boceto de una mujer, pintado «a la prima», a base de toques muy rápidos, que captan lo esencial del personaje. La cabeza está colocada de perfil y deja de manera insinuante en su frontal, el seno derecho al descubierto.

La obra fue presentada ayer en el museo por la directora general de Cultura y Patrimonio, Carmen Amoraga; el director de la pinacoteca, José Ignacio Casar Pinazo, y la experta que ha autenticado la autoría de la pieza, la doctora en Historia del Arte y Conservadora de Museos, Carmen Garrido, quien, entre otros cargos, ha sido jefa del gabinete de Documentación Técnica del Museo Nacional del Prado. Garrido es también autora de los libros Velázquez: técnica y evolución y Velázquez: la técnica del genio.

Con el cuadro «bajo el brazo»

Garrido recordó -con humor- que el dueño de la obra apareció por su casa «con el cuadro debajo del brazo» y a primera vista le resultó difícil identificar al autor. De hecho, venía identificada como «anónimo veneciano», aunque él «ya sospechaba que era de Velázquez». Y no iba desencaminado. Esta «joyita» -como la calificó Garrido- la habría pintado el artista sevillano en su primer viaje a Italia, entre agosto de 1629 y enero de 1631, cuando Velázquez ya era un artista reconocido. «Mi primera impresión fue que era un cuadro veneciano, pues recordaba a la obra de Tiziano, pero profundizando pude ver que era una obra creada por uno de los grandes genios de la pintura española», explicó la también conservadora. En ese primer viaje a Italia, Velázquez recorrió todo el país y conoció de primera mano la pintura veneciana.

El parecido con el estilo de obras de la época como La fragua de Vulcano, La túnica de José o Villa Médicis llevó a la historiadora del arte a analizar el cuadro comparando sus características con las de la obra de los maestros italianos.

Más pistas llevaron la curiosidad de la experta en Velázquez al extremo: «La manera de torcer la cabeza, la decoración de la trenza y la postura son muy venecianas», a lo que añadió que «la dama deja el pecho al aire en una insinuación que no es frecuente en la pintura española, aunque sí en la veneciana».

Una vez descartados los autores italianos, Garrido fue más allá y acotó la autoría de la obra dos nombres, a «los que continuaron ese estilo en España: primero El Greco y luego Velázquez». El cerco se iba cerrando. Fue el estilo de pintura «a la prima», caracterizado por los golpes de pincel o toques muy rápidos lo que dieron más pistas a Garrido, ya que esta es una de las características del «modernismo de Velázquez».

Sus pesquisas se dirigieron también hacia los materiales de la pieza. La radiografía a la que sometió la obra reveló la técnica y los materiales con los que se pintó, que responden al estilo empleado por el autor durante su estancia en Roma donde comenzó a pintar sobre telas de alta densidad de hilos, a trabajar con trazos que le permitían una ejecución rápida y a reducir el uso de la pintura, además de mostrar una preocupación por la luz que puede encontrarse en elementos como el pendiente, el pecho o el peinado de la mujer.

Así, todas las investigaciones iban apuntando hacia Velázquez. A todas estas pruebas científicas se sumó una documental. Según reveló Garrido, en el inventario realizado por Gaspar de Fuensalida en la Villa de Madrid el 8 de agosto de 1660, en la casa del Tesoro, a la muerte de Diego Velázquez y de su mujer, Juana Pacheco, aparece una entrada en la línea primera del folio 699, que reza: «Otro retrato de media cara de un borrión». «Si tomamos la palabra ´borrión´, según se ha interpretado, como borrón, práctica muy habitual de los pintores venecianos y posteriormente de los españoles Greco y Velázquez, ¿podría ser este el borrón descrito? La palabra borrón es empleada por los tratadistas españoles antiguos, como Pacheco o Palomino, referida a una mancha, apunte o boceto realizado de manera rápida a golpe de pincel, precisamente tal como está pintado este cuadro».

Tras la investigación, en opinión de Garrido, este boceto «representa un avance dentro de la pintura de Velázquez, puesto que el personaje gana en volumen y desarrollo y el pintor lleva con soltura al lienzo el espacio entre la figura y el fondo» a través de líneas más oscuras en los contornos.

En su explicación de la obra, Garrido no se aventuró a decir quién es esta misteriosa mujer. Si vaticinó que podría tratarse de «un boceto de una figura ya pintada en otro cuadro».

Respecto al estado de la pieza, Garrido apuntó que, aunque el boceto había sido manipulado anteriormente y cuenta con unas rasgaduras en la parte izquierda, «está en buen estado de conservación». Además, descubrió que originalmente la pieza no se hallaba pegada una tabla de roble, sino que fue hecho posteriormente por la persona que encontró el cuadro hasta que formó parte de la colección del propietario actual. «El cuadro es imposible de rastrear», dijo.

En la colección del Bellas Artes

La negociación del depósito de la Colección Delgado se inició el pasado año por el conservador de arte, José Gómez Frechina, el conservador del Bellas Artes, David Gimilio, y Casar Pinazo. La intención del museo es entrar en conversaciones con el propietario para que forme parte de su colección permanente. El Bellas Artes tiene ya dos cuadros de Velázquez: San Simón de Rojas difunto, depósito del duque del Infantado, y Autorretrato, de la colección de la Academia de San Carlos.

Pero, ¿y la identidad de la dama? Aunque no hay referencia cierta sobre quién es, se sabe que Velázquez tuvo una amante en Italia, y que hasta tuvo un hijo con ella, de ahí, quizás sus excusas al rey para no regresar a la Corte. Y como indica el inventario a su muerte, esta obra parece ser que acompañó a Velázquez toda su vida. ¿Fue esta dama la madre de su hijo? Ese ya es, quizás, un misterio propio de una novela.