Núria Espert hizo su entrada al Hall del Teatro Principal y todos los presentes comenzaron a aplaudir. No hacían falta presentaciones. El dramaturgo Rodolf Sirera entrevistó ayer a la conocida actriz Nuria Espert en una jornada abierta al público en el Teatro Principal de València. Un evento que se enmarca dentro de las actividades de colaboración entre la Academia de las Artes Escénicas de España y el Institut Valencià de Cultura y que ha llenado la sala, en la que no habían sillas suficientes para todos los asistentes.

Espert relató, serena, su trayectoria profesional, personal y su apego a la ciudad de València a la que llegó con «Gigi» cuando comenzó a actuar con su compañía.

Comenzó por el principio. «Mis padres se conocieron haciendo teatro de aficionados. Después, cuando yo tenía 12 años hice mi primera prueba para una compañía infantil». «Era la primera vez que iba a Barcelona», recordó la actriz, quien, también incidió en que se quedó «sin ninguna vocación teatral hasta los 17 años».

No olvidó mencionar a las personas de su vida. Tampoco olvidó los papeles que la han formado, a lo largo de su carrera, como actriz. Así, rememoró el primer papel que tuvo en una modesta obra de teatro de barrio hasta su gran actuación en Yerma, una de las representaciones que la llevó a una gira de cuatro años.

Sin embargo, la emblemática actriz destacó su interpretación en una obra en concreto a la reconoció tener un inmenso cariño- «Medea ha envejecido conmigo, siempre la he amado», confesó. Núria Espert volvió a participar en el montaje de la pieza el pasado 2001, cincuenta años después de la primera vez que se adentró en la obra. Se despidió ayer del público de València con una frase que «ha marcado mi carrera»: Algunas cosas que llegan como negativas acaban convirtiéndose en magníficas.