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La gran noche de Montero

Sociedad Filarmónica | Palau de la música

La gran noche de Montero

Obras de Lukaszewski, Boccherini, Montero y Karlowicz. Int. La Baltic Neopolis Orquestra. Músicos: Director Tomasz Tomaszewski; Emanuel Salvador, violín concertino y Adam Llocek, cello.

Nueva visita de la Orquesta Báltica Neopolis (de Polonia). Vinieron en 2012 y ahora revalidaron su calidad con un inusual programa que incluía repertorio contemporáneo. Había gran expectación ante el estreno español del Concierto para violín y orquesta de cuerdas, de Claudia Montero, compositora argentina residente en València desde hace 3 lustros además de impartir su magisterio en el Conservatorio de Castelló. Ha tenido que ser una orquesta polaca y un excepcional solista portugués quien ofreciera esta primera audición para los socios de la SFV. Antes se escuchó en Londres, Buenos Aires y Nueva York. ¿Y por qué no lo asumió aquí la Orquesta de Valencia? Por esta obra, Montero obtuvo en 2014 su primer Grammy latino, galardón que volvió a recibir por su Cuarteto de Buenos Aires en 2017. Y se entienden perfectamente tales honores porque su música no solo está bien construida técnicamente sino que ofrece una calidez sonora en la cual declara la querencia por su ciudad, con claridad y firmeza, y así se le cruzan giros y melodías en las que no evita su procedencia y que nos llevan -sin ella, quizás, pretenderlo- a las callejuelas de la Boca o las esquinas de San Telmo donde siempre hay ecos de bandoneón. En su Adagio, ella crea - que no recrea- un lirismo que arrebata, sin artificios, pero teniendo a gala sus orígenes, mas con su propia marca de fábrica. El violinista portugués Emanuel Salvador (Guimaraes 1981) es un artista brillante que encontró en los pentagramas de Montero vehículo idóneo para desplegar su virtuosismo. Ofreció una versión técnica y musicalmente impecable, donde la nostalgia desbordante del concierto fue servida sin empalago.

Presente en la sala, la compositora saludó recibiendo prolongados aplausos y bravos. Antes, siempre excelentes, la orquesta y su concertino Tomasz Tomaszewski ofrecieron una interesante Sinfonietta de Pâwel Lukaszewski (1968), pieza contundente con la que el conjunto dejó patente la nobleza y homogeneidad de su sonido. Un tanto forzada en el programa la inclusión del Concierto nº 8, G.581 de Boccherini, en el que Adam Klocek (1943) estuvo demasiado atento al atril si bien encontró en la cadencia su mejor momento. Muy adecuada la recuperación de Mieczys?aw Kar?owicz (1876-1909), un romántico tardío pero con inquietudes propias de su tiempo. Todo un acierto de modélica unión, Salvador y Klocek, en dúo, regalaron una melodía de Haendel arreglada por el noruego Halvorsen y la Neopolis al completo se despidió con una trepidante Passacaglia del polaco Gorecki que puso al público en pie. Comprobado: Polonia es mucho más que Chopin.

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