Gorros, vestidos a rayas, barbas, tatuajes... Esos fueron los principales componentes del decorado de la segunda jornada del Palo Market Fest en València, el certamen organizado por los Mariscal que sigue cumpliendo con las expectativas. La faceta familiar del festival ha estado más presente que nunca, con niños en las tiendas, en las terrazas y en los conciertos. Incluso tuvieron menos presencia en la zona infantil habilitada.

«Es un buen entorno para traer a los niños. Se entretienen mucho, pero hay que tener cuidado con ellos, porque hay mucha gente», aseguró ayer Blanca, madre de Gael y Marcos, que asistió al festival junto a su pareja. «También vinimos el año pasado y nos pareció una idea genial. Aunque me cuesta entender el hecho de pagar para ir a un mercado». Pedrín Mariscal definió el concepto de «market» a Levante-EMV como un lugar «para estar al aire libre» con una clase de oferta «que te haga sentir como en un festival de música», pero con la posibilidad de comprar artículos.

A partir de las 20 horas las familias se fueron retirando paulatinamente para dejar pleno protagonismo al público joven, que no paró de llegar hasta las 22 horas. Los asistentes formaban largas colas frente al acceso de la calle Cavanilles para entrar al recinto. El trasiego de taxis también fue constante, incluso más tarde de la medianoche, cuando el festival cerró sus puertas.

Este año, la organización ha simplificado con creces la estructura y el contenido del festival. Mientras que el año pasado el recinto de Viveros se dividía en secciones como «Latest Trends», «Design»o «Bohème» entre otras tres, en esta edición se homogeneizan para dar más harmonía al espacio. El festival cuenta ahora con un espacio gastronómico, uno de diseño - con los expositores de 10 startups valencianas- y otro de tendencias urbanas (con tiendas de ropa, zapatillas o bicicletas vintage).

Con este nuevo enfoque, el festival acaba de romper la barrera con el visitante, que muchas veces no acababa de descifrar el mapa que la organización daba a la entrada. «El año pasado habían demasiadas cosas que llamaban la atención. Querías llegar a todo y no podías», comenta uno de los jóvenes asistentes al festival.

También el certamen ha adquirido más símbolos valencianos con tal de acercarse al público, como con las barras de horchata o con la exposición «We love València», donde cinco originales fotógrafos valencianos retratan elementos identificativos de la terreta, como la huerta o las Fallas.

Menos nombres, más marcha

Las dos únicas cosas que el visitante del Palo Market Fest puede echarle en cara al certamen es la subida de precio de la entrada - ahora cuesta 7 euros, antes 3 euros- y la disminución de «nombres propios» en la programación, ya que el año pasado contó con exposiciones de artistas como Paula Bonet, Paco Roca, la presencia de la diseñadora valenciana Sonia Carrasco, la instalación artística de Javier Mariscal, el «Jardín de la letras», así como compañías de teatro. Este año la oferta cultural se reduce prácticamente a la música. Artistas como Tonia Richardson o Suzanna Abellán repiten en el escenario de Viveros, y grupos valencianos como Gener o el bajista Ales Cesarini lo hacen por primera vez. El concierto de Santero y los Muchachos en el Escenario Ambar - el segundo más grande- fue el que marcó el punto culminante de la jornada de ayer, entre las 19 y las 20 horas. Hoy el Palo Market Fest cerrará su segunda edición de 12 a 20 horas.