«Sé quien eres», «Bajo sospecha»... La televisión ha sido el «gran escaparate» para José Luis García Pérez (Sevilla, 1972), para la que ha trabajado sin descanso desde comienzos del nuevo siglo con papeles para series como «Compañeros» o «Periodistas». Sin embargo, continúa viendo el teatro como un refugio, una concepción que comparte con Blanca Portillo, su compañera de reparto en El cartógrafo, la obra escrita por Juan Mayorga que ayer cerró la temporada escénica en el Teatre El Musical (TEM). La pieza aborda la leyenda del cartógrafo del guetto de Varsovia, un anciano que, mientras todo menguaba a su alrededor, dibujó un mapa sobre la realidad de las calles. Portillo y García Pérez son los encargados de revivir esta leyenda.
Mayorga afirma que es una obra de búsqueda para los personajes. Pero, ¿también para los actores?
Evidentemente. Blanca y yo afrontamos cada función de manera diferente, nunca es igual. Eso es posible gracias a nuestra manera de entender el teatro. Implica una búsqueda como persona, y como actor.
¿Qué tienen en común los dos, el actor y el personaje, en esa búsqueda?
Tanto el actor como el personaje buscan la verdad. La intentamos hallar tanto sobre las tablas, como en la calle. Por otra parte, es cierto que es una obra que te remueve por dentro, como actor y como espectador. Nosotros estamos en otro nivel dentro de ese proceso, ya que vamos por la 71.ª función de la obra.
¿Cómo es interpretar a nueve personas?
A día de hoy, después de todas las funciones, veo la obra como un todo. Es un ser vivo, donde me muevo. Para mí, todos los personajes emergen de uno, solo que éste se va transformando a lo largo de la obra.
¿Cómo fueron los ensayos?
Muy intensos (ríe). Estaba muy preocupado por interpretar bien todas las particularidades de los personajes, ya que el espectador tiene que diferenciarlos. Ahora ya no estoy en ese punto. Sencillamente, los dejo fluir en escena. El mensaje total está por encima del virtuosismo actoral.
Ese «virtuosismo» actoral contrasta con la escenografía de la obra, muy austera y con el predominio del color rojo.
La intención de Juan Mayorga y la nuestra, era que la propia obra fuera cartográfica. La obra es el mapa. Los personajes representan la leyenda de un mapa que compone el propio espectador. Buscamos espectadores imaginativos y con ganas de «trabajar». No es puro entretenimiento. El espectador es el que tiene que componer el mapa que nosotros le ofrecemos. Para ello, era muy importante no distraerlo con una escenografía recargada y con cambios de vestuario.
La critica alaba la buena sintonía que representan Blanca Portillo y usted sobre el escenario.
Es gracias a que compartimos los mismos «valores escénicos». Para los dos, el teatro es un lugar de verdad y de encuentro con el público. El escenario es un lugar de magia y de rito, por eso es imposible que el teatro se acabe. La conexión que existe entre espectador, texto y actor es impagable. Afrontamos cada función como si fuese un estreno, porque lo intentamos vivir con mucha intensidad.
¿El teatro goza de buena salud?
Todavía hay mucha fidelidad del público al teatro. Llenamos en cada función, y eso es posible porque hay espectadores que le dan un valor gigantesco a lo que hacemos. Sin embargo, hay que llevar la escena a la calle con tal de que la gente pierda el miedo a ir al teatro. Es importante que entienda que puede disfrutar a la vez que pensar. La «alta cultura» es divertida y entretiene. No sólo la televisión tiene esa capacidad. La diferencia es que la primera te da trabajo.
¿Cada vez somos más vagos?
Quiero pensar que no. Confío mucho en la generación que viene, y no creo que es gente que sólo vive en las redes sociales. Son personas con potencial ideológico, y eso va a traer el cambio a nuestra sociedad.
¿Volverá a la televisión?
Claro. Próximamente se estrenará en Telecinco «La Verdad», una serie de suspense, y ando con otro proyecto que no puedo adelantar.
