Tienen entre 18 y 31 años, están preocupados por la imagen que proyectan, no saben gestionar las emociones y no controlan la ansiedad. Es la generación «mimi», en la que prima la cultura de la búsqueda de «mi bienestar» y «mi felicidad» de forma inmediata.

Este es el término con el que algunos psicólogos, como Jesús Matos, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y especialista en la gestión de la tristeza y desarrollo de la persona, bautizan a los jóvenes nacidos entre 1986 y 1999, aproximadamente.

«Son chicos y chicas que están enfocados en la percepción que tiene el resto de personas sobre ellos», asegura Matos, quien habla de una generación, que prioriza dar a los de su alrededor y a través de distintos medios una imagen de felicidad, y a sentirla realmente.

Fruto de otra generación, la del «baby boom», estos «jóvenes, muchos de ellos amantes de los selfies, cultivan el hedonismo», han crecido con la irrupción de las redes sociales en la sociedad y comparten su vida a través de ellas.

Y las personas que publican mucho sobre su vida, suelen tener un autoestima basada en acontecimientos externos, cuando lo ideal es que nuestro autoestima no dependa de ellos, según Matos.

«No midas tu felicidad en likes, ni escondas tus inseguridades tras las redes sociales. Invierte en ti mismo, pero no para conseguir la aprobación ajena. Solo márcate pequeñas metas. Este es el único secreto para ser feliz», recomienda este experto, autor de «Buenos días, alegría», una guía práctica donde recoge técnicas y recursos para superar la tristeza.

Son las claves que les pueden servir para hacer frente, según Matos, a la «cultura de lo inmediato» porque estos chavales quieren «resultados rápidos» pero «sin pasar en ocasiones por el periodo del esfuerzo», con lo que les cuesta tolerar la incertidumbre y la frustración.

Los problemas surgen cuando aparecen emociones de tristeza, ansiedad o ira, que son completamente normales y necesarias para la supervivencia, según este experto. Se trata de una generación que está muy preparada para encarar problemas a nivel teórico pero sin experiencia para afrontarlos.