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Claridad y fuerza

XX Premio de Piano Iturbi Primera Final.

palau de la música

Solistas: Saeyoon Chon, Fátima Dzusova, Juan Carlos Fernández Nieto. Orquesta de València. Director: Bruno Aprea. Programa: Conciertos para piano de Beethoven («Número 5»), Brahms («Número 2») y Rajmáninov («Número 3»). Entrada: Alre­de­dor de 800 perso­nas. Fecha: Jueves, 21 septiembre 2017.

No habrán tenido que deliberar mucho los miembros del jurado del XX Premio Iturbi de Piano, cuya primera fase final se celebró el jueves en el Palau de la Música de València con la colaboración de la Orquesta de València fatalmente dirigida por Bruno Aprea. Entre los tres finalistas, destacó con claridad y fuerza la rusa Fátima Dzusova (1991), alumna de la miembro del jurado Natalia Trull. Pese al deplorable acompañamiento orquestal brindado por Aprea (visto lo visto y oído, se hace difícil utilizar la palabra maestro), Dzusova culminó una muy notable versión del denso y muy sinfónico Segundo concierto para piano y orquesta de Brahms. La notabilidad se hubiera convertido en sobresaliente de haber cuajado una versión de mayor empaste y densidad sonora, de más peso e intensidad armónica, en la que hubiese tenido mayor presencia el rico entramado polifónico que Brahms teje sobre el teclado. La versión, en la que la pianista no renunció a hacer socorridos ajustes y puntuales apaños para aliviar la difícil partitura, se enriqueció con la estupenda colaboración de Mariano García Muñoz -solista de la Orquesta de València- en el famoso solo de violonchelo del lento tercer movimiento.

Entre los otros dos finalistas de esta primera fase destacó el salmantino Juan Carlos Fernández Nieto, formado en Estados Unidos con Borís Berman. Se adentró con fuerza, entrega y virtuosismo en el dificilísimo Tercer concierto de Rajmáninov, en una versión que, sobre todo, tuvo el difícil mérito de terminar junto a la orquesta. Una verdadera proeza, dadas todas las tropelías que sufrió desde el podio. Durante muchos compases, incluso pentagramas, orquesta, maestro y solista fueron cada uno a su bola. Solo el admirable empeño del pianista, mirando con cara de SOS al concertino y a los diversos instrumentistas solistas de la orquesta, y su hábil saber hacer pudieron evitar el desastre absoluto. Pero su interpretación, pese a disfrutar de un sonido ancho y consistente, quedó reiteradamente enmudecida por la masa orquestal, gobernada sin mesura por la estrepitosa batuta.

El surcoreano Saeyoon Chon -alumno también de otro miembro del jurado, en este caso el dublinés John O´Conor- se limitó a tocar con pulcritud y apreciable corrección el Concierto Emperador de Beethoven. Fue él quien menos sufrió los envites del podio, pero su cuidadoso pianismo apenas logró levantar el vuelo de una partitura tan decididamente romántica y vehemente. El momento excepcional que supone la transición del quieto segundo al brillante tercer movimiento pasó sin pena ni gloria, con asepsia anímica y sin la más mínima magia emocional.

Tremendo, finalmente, el programa de mano, cargado de errores y faltas de ortografía -¡honor se escribe con hache!-. Un premio del calado y el historial del Iturbi merece un tratamiento mucho más profesionalizado tanto en la edición de los programas como en la elección del director de orquesta. El Palau de la Música volvió a parecer un cine de barrio, con el público entrando y saliendo durante las interpretaciones, y aplaudiendo entre movimientos.

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