El desarrollo humano es lento pero vivimos demasiado deprisa, lamenta el paleoantropólogo, preocupado por las tensiones que la hiperconexión genera en nuestro organismo, porque aún no estamos físicamente preparados. "Veo muy felices a los pocos cazadores y recolectores que quedan", reconoce al insistir en sus críticas a un progreso feroz que no es más que una huida hacia adelante sin sentido como lo fue cuando apareció la agricultura. "Ante la escasez de caza no hubo más remedio que empezar a recolectar", comenta al añorar a aquellos neandertales cazadores y recolectores que convivieron con los Homo Sapiens hace decenas de miles de años y que nos han dejado de herencia un cuatro por ciento de sus genes. La laberíntica y procelosa evolución biológica de la especie humana sigue su curso, marcada en estos itiempos por una vertiginosa revolución tecnológica y un apego escaso al medio ambiente que pone a nuestra especie, la única de los homínidos que ha logrado sobrevivir, en riesgo de extinción. "Lo que estamos haciendo no es bueno para el Planeta", concluye el científico.