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Elogio de octubre

Un sinfín de acciones dio la hegemonía a los bolcheviques y los puso en la disyuntiva de ´asaltar los cielos´, de romper con los esquemáticos tópicos de un marxismo de salón

Elogio de octubre

A los camaradas que por aquí ingresaron, durante la "Promoción 50 Aniversario de la Revolución de Octubre", en el Círculo Líster de la Unión de Juventudes Comunistas de España, cuya responsabilidad política desempeñé, y en especial a los que se mantuvieron firmes en los principios.

El acontecimiento que por antonomasia transformó el siglo XX, el que lo marcó hasta lo más profundo como ningún otro, fue el resultado de amplísimos movimientos sociales de diverso cariz, ya organizados o espontáneos, que dieron forma a expresiones variopintas de una democracia directa con muy escasos precedentes, articulada en torno a los soviets (consejos) de obreros, soldados y campesinos, oriundos de la abortada tentativa revolucionaria de 1905 y artífices al fin de la irrupción de las masas populares en la vida pública, hasta unos niveles inéditos en Rusia bajo la autocracia zarista, dispuestos ahora a transgredir los estrechos límites de una república de corte burgués, de la llamada "democracia representativa" al servicio de unos pocos, sabiéndola incapaz de satisfacer las demandas de "paz, pan y tierra" de las inmensas mayorías y cuyas debilidades y traiciones pusieron en peligro las conquistas del Febrero de 1917, dejándolas a merced de la reacción durante la intentona golpista de Kornilov, frenada por el arrojo de los trabajadores con mayor conciencia política, aquellos que forjaron un segundo poder frente al gobierno provisional a través de millares de asambleas y mítines, ocupaciones de latifundios y fábricas, deserciones multitudinarias en los Ejércitos y un sinfín de acciones que ganaron en intensidad y radicalidad bajo la guía predominante de los bolcheviques, cuyo ascendiente democrático en el seno de las incipientes estructuras soviéticas creció hasta darles la hegemonía en las principales ciudades y ponerlos ante la disyuntiva de "asaltar los cielos", de romper con los esquemáticos tópicos de un marxismo de salón, empeñado en respetar las supuestas reglas de la evolución social y posponer la Revolución Socialista a la plena maduración de las condiciones objetivas de la Revolución Burguesa, cuando ya Marx y Engles habían planteado desde 1851 los bosquejos de la "revolución permanente", un proceso mediante el cual el proletariado toma la dirección de la lucha ante una burguesía débil y encarrila y funde las dos etapas en una sola, hasta romper de entrada, según propuso Lenin, las cadenas de la explotación del hombre por el hombre por el eslabón más débil del sistema imperialista e iluminar aquel Octubre de masivas intervenciones con la armas en las manos, muy lejos, casi en los antípodas, de la falaz imagen sobre una conspiración blanquista planeada por una docena de iluminados, prendidos a la mera subjetividad en conciliábulos del Instituto Smolny, caricatura torpe y burda que ignora el auténtico significado de entregar "Todo el poder a los soviets" tras los cañonazos del crucero Aurora, rótulo acorde donde los haya, y asaltar el Palacio de Invierno al desatar la tormenta de los diez días que estremecieron al mundo (forzado tributo al gran Reed), ganándose la suficiente legitimidad democrática al obtener el mayoritario apoyo del II Congreso Panruso de los Soviets de Diputados de los Obreros y Soldados y, acto seguido, el decisorio del II Congreso Extraordinario de Campesinos, con mayoría de eseristas de izquierdas, aplicándose

en el ínterin los primeros decretos del Consejo de Comisarios del Pueblo que materializaban las aspiraciones de los explotados.

La Revolución de Octubre despertó enormes expectativas entre amplios sectores de la clase obrera internacional y se vio acosada de inmediato por las fuerzas reaccionarias internas y sus mentores foráneos, dando al punto origen a una guerra que se llamó "civil" y que fue realmente mundial, agresión tempranera al País de los Sóviets que será una constante a los largo de la convulsa historia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, en medio de cuyas iniciales contradicciones naufragó la participación de los mentados eseristas de izquierdas en el renovado Consejo de Comisarios del Pueblo, frustrándose así la posibilidad de un bipartidismo estable que parecía responder a la alianza estratégica y no meramente táctica entre el proletariado y el campesinado, patrocinada por Lenin, base de la Nueva Política Económica posterior al "comunismo de guerra", porque la "dictadura revolucionaria del proletariado", entendiendo que toda forma de Estado es la dominación de una clase por otra y que la ejercida por la mayoría sobre la minoría es siempre más democrática, iba a consolidarse mejor alrededor de tal soporte en un contexto eminentemente agrario, llevándose esta directriz por delante las amenazas y las embestidas constantes de las potencias capitalistas y el malogro de las revoluciones socialistas en otras zonas, sobre todo en Alemania, privando a Rusia del otro puntal de la "revolución permanente", esto es, de la contribución de naciones industrializadas que vinieran en su auxilio a las puertas de sobrevenir la Komintern, imponiéndose por último la construcción del socialismo en un solo país y bajo las urgencias de una rápida industrialización para conjurar las presiones exteriores e interiores, matriz de los Planes Quinquenales a costa de las economías campesinas, temática generadora de un alud de propaganda antisoviética que aún persiste machaconamente, inventando millones de asesinatos durante la colectivización forzada y las purgas estalinistas de los años treinta, patrañas de la guerra fría deshechas al abrirse los archivos pertinentes y demostrarse que en Ucrania apenas hubo una de las tantas hambrunas seculares, agravada por las resistencias terroristas de algunos kulaks, y que las víctimas de las purgas del "terror rojo" rondaron en total las 800.000 personas, muchas de ellas probados comunistas, mientras intervinieron 75 millones en los debates de la llamada "Constitución de Stalin" de 1936 y se presentaron 2,5 millones de proposiciones y enmiendas por abajo, algo en verdad inconcebible en las embaucadoras "democracias" liberales, las mismas que saqueaban continentes enteros y estuvieron muy dispuestas a que el rearme de la Alemania nazi descargara sus primeros golpes sobre la URSS, ya atacada por Japón en las guerras fronterizas de Manchuria y Mongolia, en tanto Londres y París desoían las ofertas de Moscú sobre un pacto militar y culminaban las entregas de la España republicana, de Austria y de Checoslovaquia al fascismo, de cuya barbarie salvó a la Humanidad el Ejército Rojo por excelencia con el sacrificio de más de 20 millones de ciudadanos y ciudadanas y gigantescas destrucciones, pérdidas de las que se recuperó la URSS por sí misma, sin el menor atisbo de auxilios externos.

Los ideales de Octubre y la solidaridad in- ternacionalista de la URSS fueron elemen- tos decisivos para la génesis y, en ocasiones, el cabal triunfo de movimientos de libera- ción nacional antes y después de 1945, no pudiendo entenderse la descolonización al margen de sus influjos ni apoyaturas, como tampoco es factible, claro está, aprehender el éxito de otras revoluciones socialista pres- cindiendo de semejantes inspiraciones y asistencias, canalizadas desde el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), porque el esfuerzo titánico de varias generaciones de soviéticos y de soviéticas transformó, en solo un cuarto de siglo, un país de analfabetos en una superpotencia mundial en todos los órdenes y en uno de los Estados más cultos de la Tierra, pionero de la con- quista espacial, logros que sirvieron de guía para buena parte de los pueblos coloniza- dos o dependientes y para segmentos con- siderables del proletariado en el Primer Mundo, donde el "peligro" de contagio revo- lucionario forzó al capitalismo a plegarse circunstancialmente al pacto social del Es- tado del Bienestar que alentaba la socialde- mocracia y que, a estas alturas, se ha dina- mitado al faltar semejantes retos, un moti- vo, entre otros, suficiente para alentar las constantes reflexiones acerca de las causas que provocaron la transitoria y parcial de- rrota de cuanto Octubre representó, a fin de mantener su plena vigencia como alternati- va al injusto sistema capitalista e impedir la repetición de los errores más significativos que pudieron cometerse, entre los que enu- mero, muy a vuelapluma, la reducción de la propiedad social de los medios de pro- ducción a la avasalladora propiedad estatal, excesivamente centralizada e incapaz de dar completa satisfacción a todas las nece- sidades sociales, dando plaza a la "segunda economía", la suplantación del poder de los soviets por el del partido único burocratiza- do y, con ella, la institución del Partido-Esta- do sin encaje alguno en la praxis leninista, convirtiendo la "dictadura del proletariado" en dictadura del Partido y la dictadura del Partido en dictadura del comité ejecutivo o del buró político, más la supresión de la plu- ralidad de opiniones y de la "libertad irres- tricta" que criticaba Rosa Luxemburgo, sín- tesis reparadora que desborda ampliamen- te el "deshielo" de Kruschev y que concep- túo básica a la hora de implementar la de- mocracia directa y protagónica de un suje- to revolucionario siempre adscrito al personal asalariado, la auténtica democra- cia social y política de nuevo tipo por la que bregaron los bolcheviques de 1917, más mi- perativa y actual que nunca en estos tiem- pos de oprobioso neoliberalismo que nos retrotrae a las desigualdades capitalistas de- cimonónicas con recursos antidemocráti- cos, pues estoy firmemente convencido de esto: si no ha nacido ya el Lenin del siglo XXI, en cualquier punto del planeta, lo hará más pronto que tarde.

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