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Entrevista

Jorge Bucay: "El niño interior herido que llevamos dentro puede ser sanador"

«Los cuentos pueden procurarnos soluciones y respuestas que, a veces, nos paralizan»

Jorge Bucay: "El niño interior herido que llevamos dentro puede ser sanador"

P En «Cuentos clásicos para conocerte mejor» reúne algunas de las historias que a todos nos contaron de niños. ¿Qué nos pueden enseñar estas lecturas que no hayamos aprendido ya?

R Se pueden revisar cosas que uno ya sabe, actualizar aquellas que uno tiene olvidadas, poner en cartera algunos conceptos de los que no nos ocupamos aunque deberíamos... De los cuentos uno puede aprender cómo el personaje, al que le pasa lo mismo que a mí, se las ha ingeniado para resolver los problemas. Nos podemos ver reflejados y empezar a procurarnos soluciones y respuestas que, a veces, nos paralizan.

P Habría que alejarse, entonces, de esa mirada infantil que tenemos de los cuentos...

R Por un lado creo que sí, que habría que alejarse de la idea de que los cuentos son solo para niños. Pero los terapeutas sabemos que el niño que fuimos sigue en nosotros y que algunas cosas que nos dolieron siguen ahí dentro. Encontrar aquellas cosas del niño interior herido puede ser sanador para ayudarnos a vivir mejor.

P Tengo entendido que el primer cuento que conoció fue «El patito feo». ¿Cómo le ha influido su lectura?

R Sí. Durante años entendí El patito feo como todo el mundo: una especie de himno a denunciar lo que ahora llamamos bullying y que entonces era maltrato infantil. Con el paso del tiempo vi que había más mensajes, no tan sencillitos y no tan para niños. Creí ver -y todavía creo- que esconde la manera de enfrentar nuestra vida, el camino de nuestra realización y de quiénes somos. El patito feo, sin decirlo, se plantea las tres preguntas existenciales: quién soy, a dónde voy y con quién. El patito no puede encontrar su destino hasta que no sepa quién es. Y él es un cisne en realidad, no el pato feo que le dicen ser. Y para ser quien es debe saltar la cerca; como nosotros tenemos la necesidad de salirnos del corral para encontrar nuestro camino y, una vez, liberados del condicionamiento, encontrar a otros que vuelen a nuestro lado.

P ¿Qué cuento regiría su vida?

R Dependiendo de las épocas, hay un cuento para cada persona. Si uno puede encontrar el cuento que se le ajuste puede seguir creciendo. Mi cuento me acompaña desde hace muchos años. Lo que yo hacía en el consultorio era buscar el cuento ideal para cada uno, para que encontrara su camino.

P Y el suyo es...

R Mi cuento habla de un hombre que vivía en los zaguanes de una plaza pública. Intercambiaba conocimientos por una moneda y de eso vivía. Un día, apareció el rey, le preguntó quién era y por qué estaba ahí. Él le dijo que porque quería. El rey le hizo una pregunta que ninguno de sus asesores pudo contestar sobre una división de terrenos. El hombre le dio una respuesta tan sensata que el rey se asombró. Le pagó y le ofreció que se fuera con él para gobernar con sabiduría. Finalmente, aceptó. Desde entonces -cada día- el rey le preguntaba aspectos para ser mejor rey y todos le amaban. Pero el resto de los cortesanos se pusieron celosos e intentaban deshacerse de él. Un día le fueron al rey con el chisme de que el hombre intentaba conspirar contra él. Así, el rey fue a donde le dijeron que estaba reunido conspirando y cuando el rey abrió la puerta vio que estaba solo. En la habitación solo tenía una túnica rota, un plato de madera y una vara de caminante. Le preguntó que hacía y el hombre le dijo que reunirse con esas tres cosas. El hombre le dijo que con todo lo que le había puesto el rey -una cama cómoda, sábanas suaves,...- se sentía muy honrado. Cuando llegó a trabajar con el rey solo tenía esas tres cosas. Le dijo: «vengo aquí cada día porque tengo mucho miedo de olvidarme de dónde vine»... Yo nací en un suburbio de Buenos Aires, a 50 metros del basurero municipal, donde se quemaba la basura de toda la ciudad. Era un barrio que olía a basura y humo. Es tan increíble lo que me ha pasado en la vida, que ese es mi cuento.

P Sé que en alguna ocasión le han reprochado reflexionar sobre un cuento que podría aplicarse a la situación catalana. Pero, déjeme que insista en que me lo cuente.

R Lo de Cataluña me duele porque siento que la gente de esta patria son mi hermanos. Y cuando ves a dos hermanos que se pelean ya no importa quién tiene la razón. Ojalá esto sea solo una aventura política o bravata momentánea, pero hay tanto rencor acumulado... El cuento dice así -y te lo cuento porque insistes-: Había dos hermanos que estaban enfrentados porque el rey no los había entrenado en el amor, y hasta los obligaba a hablar lenguas diferentes y a generar rencores entre ellos. Pero el rey quiso acabar con ello y decidió dar la mitad del reino a cada uno. El menor quemaba los terrenos del otro, el otro invadía al primero, se raptaban, mataban... El rey ya no sabía qué hacer. Un día los citó y les dijo que les daría a cada uno lo que quisiera pero al hermano le daría el doble de lo que pidiera. Al que me pida un baúl de oro, le daré dos al hermano. Así no podrían evitar favorecer al hermano. Pobre rey... Así que un hermano pidió que el rey le arrancara un ojo para que al hermano le arrancara los dos... Cuando la semilla del rencor está sembrada, la planta del odio crece.

P ¿Ha pasado ya el «boom» editorial de la autoayuda?

R Mis libros no son de autoayuda porque no doy respuestas. Los míos son libros de reflexión, de docencia en temas de Psicología accesible para todos y lo digo para no engañar a nadie. Ya ha pasado el furor de los libros de superación personal y divulgación psicólogica porque hay muchos y porque la tecnología ha invadido estos espacios. En internet hay miles de portales que hablan de la superación personal de cualquier tema. Ha dado nuevas posibilidades y nuevos recursos.

P Con más de una veintena de libros debe ser usted el tipo más equilibrado del mundo...

R ¡No (ríe)! Soy una persona, me pasan cosas... En Argentina se suele decir que aquel que tiene como terapeuta a sí mismo tiene a un idiota como terapeuta y como paciente, a un imposible.

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