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Entrevista

Paco Plaza: "´Verónica´ no es de Vallecas, sino de la avenida de la Plata"

«El cine de género es uno de los pocos medios que nos permiten recuperar la inocencia por un tiempo», asegura

Paco Plaza: "´Verónica´ no es de Vallecas, sino de la avenida de la Plata"

El estreno de [REC] (2007) generó un sentimiento de euforia en el cine de género en España que se tradujo en títulos taquilleros y buenas críticas. En pocos años se convirtió en una película de culto, «un sueño cumplido» para un valenciano que desde joven fantaseaba con meter miedo al público. Ahora, ese joven, Paco Plaza (València, 1973) puede convertirse en el mejor director del cine español en los próximos Premios Goya, que se celebrarán el 3 de febrero. La culpable es Verónica (2017), su última película, nominada en siete candidaturas, entre ellas la de Mejor Película.

P Paco Plaza ya es sinónimo de pasar miedo.

R Supongo (ríe).

P ¿Cómo está siendo la recepción de la película por parte del público?

R Muy positiva. La gente ha cogido la peli con mucho cariño. Hago películas pensando en el público, y cuando resulta que has dado en el clavo es muy emocionante. Sientes que todo ha tenido sentido.

P ¿Es un entusiasmo parecido al que vivió con «[REC]»?

R Sí. Desde el estreno de [REC], hace la friolera de 10 años, no había sentido tanta comunión con los espectadores.

P La película está basada en el único expediente policial menciona fenómenos paranormales en España. ¿Leyó usted ese expediente?

R Sí. Es un caso sobre el que hay muchísima literatura. Leí todo lo que se había publicado: libros de Íker Jiménez, revistas de la época, especiales de «Cuarto Milenio»... Incluso hablamos con familiares de la chica. Pero al final, llegamos a la conclusión de que teníamos que alejarnos del caso real, porque lo que de verdad nos interesaba era utilizar la excusa argumental para hacer nuestra propia historia. El expediente hace que este caso sea único, ya que solo el hecho de que un policía diga que ha sido testigo de fenómenos paranormales... Es algo alucinante. Sin embargo, quisimos cambiar los detalles. Cambiamos la edad de la protagonista, el ambiente familiar, la cronología...

P ¿De modo que su Verónica no existió?

R No realmente. El caso ocurrió en 1992, y la película transcurre en el 1991. Tampoco me he ido tanto. En realidad, Verónica es muy mía.

P De hecho, en alguna entrevista ha confesado que es un personaje al que tiene un cariño especial.

R Es el personaje con el que más me he identificado en mi vida. En el 91, teníamos casi la misma edad (17-18 años).

P La película transmite una cierta nostalgia hacia los 90. Parece que está de moda sacar a relucir los recuerdos, ¿no? Tenemos el caso de «Stranger Things», la tercera temporada de «Black Mirror»...

R Los 90 fueron muy especiales para mí. Era la época de mi adolescencia: salió el Nevermind de Nirvana, las Olimpiadas... Tengo muchísimos recuerdos de ese tiempo en general. Sin embargo, no me enfrenté a esta producción con una actitud nostálgica, aunque después, la historia y el personaje me hicieron darme cuenta de lo joven e ingenuo que era en esa época. Entiendo que la gente de mi generación se pueda sentir nostálgica con la peli, ya que oyes «Maldito duende» y te teletransportas a ese tiempo.

P En el 91 empezaba su época en la Universitat de València, ¿no?

R No recuerdo si estaba en COU o ya era universitario.

P Como Verónica, usted estudió en un colegio religioso...

R Sí, me formé en los Salesianos de la avenida de la Plata de València, y luego fui al IES Jordi de Sant Jordi. Esos bloques de ladrillo rojo que hay en la avenida de la Plata me vinieron a la cabeza cuando planificábamos el rodaje de Verónica. De hecho, me planteé rodar allí, porque mi Verónica nacía de ese lugar, de la avenida de la Plata, no de Vallecas. Sin embargo, nos dimos cuenta de que el paisaje urbano de esa zona también estaba en casi todas las ciudades españolas.

P La trama de la película arranca con unos adolescentes jugando a la «Ouija». Por aquel entonces estaba muy de moda. ¿Usted jugó?

R Claro (ríe). Creo que todos los de mi generación jugaron porque fue todo un fenómeno. De hecho, una de las cosas que he querido rescatar de esa época en Verónica ha sido la venta de Ouijas en los quioscos. En el cine de terror americano, por ejemplo, la Ouija es un elemento muy icónico que sueles encontrar en lugares inhóspitos como desvanes o cementerios. Yo quise desmontar el mito en la película haciendo que el artículo fuese vendido en un sitio tan popular como un quiosco. Mi recuerdo es ese, que la Ouija no era una cosa tan oculta en España.

P ¿La adquirió en un quiosco?

R Mis padres no me dejaron, pero tenía un compañero de clase que tenía padres mucho más permisivos y jugábamos con la Ouija oficial, la que daban con la enciclopedia.

P ¿Pasó alguna vez algo sobrenatural?

R Que va. Ojalá (ríe). Creo que no pasó nada por las ganas que teníamos de vivir algo así. Aunque he de decir que me considero un escéptico. Nunca he vivido algo paranormal.

P Qué curioso. Pensaba que para ser director de películas de terror se tenía que creer, aunque fuera un poco, en otras fuerzas.

R Los que tienen que creer son los personajes. La película es su punto de vista. En realidad, quiero ser creyente vocacional, pero no lo consigo.

P ¿Cómo explica que a los escépticos les gusten estas películas?

R Nos gusta porque a todos nos encantaría creérnoslo. Hay algo muy bonito en la fe. Es muy decepcionante cuando dejas de creer en la magia. En eso nos ganan los niños. No tienen tan claro lo que separa la realidad de la fantasía. Nosotros, como adultos, aspiramos a volver a esa inocencia, y el cine de género es uno de los pocos medios que nos permiten recuperarla por un tiempo.

P ¿Qué le ha hecho trabajar con actores «amateurs» para la película?

R Quería encontrar niños y niñas que tuvieran un carisma especial y que se mimetizaran con el personaje. Adaptamos el guion a las personalidades de cada uno.

P ¿Buscaba en esos niños a sus amigos de entonces?

R Un poco sí. De hecho, Antoñito, el niño pequeño, es mi alter ego. Un niño gafotas, con chandal y buenazo. Sin embargo, con la película ya estrenada me he dado cuenta de que no soy Antoñito, sino Verónica. Ella, en realidad, somos todos, por eso el público conecta tanto con la película. Encarna el miedo a crecer y la inseguridad de la adolescencia

P Tres meses después del estreno, la película se incorporó al catálogo de Netflix. Se ha saltado el guion. ¿Qué aportan estas plataformas de «streaming» a la industria?

R Muchísimo público. Los hábitos de consumo están cambiando. El cine y el consumo doméstico no tienen por qué ser enemigos, pueden convivir. De hecho, se está consumiendo más contenido audiovisual que nunca.

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