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Limar diferencias

Ciclo Beethoven 1-13 | Palau de la música

Limar diferencias

Fernando Pascual (violín), Jorge Fanjul (violonchelo), Aida Velert y Òscar Oliver (piano). Obras de Beethoven (Sonata para piano número 4, en Mi bemol, opus 7; Sonata para violonchelo y piano opus 5 número 1, en Fa; Sonata para violín y piano opus 12 número 2, en La; Trío con piano en Sol, opus 1 número 2). Lugar: Palau de la Música (Sala Joaquín Rodrigo). Entra­da: Alre­de­dor de 300 perso­nas. Fe­cha: Sábado, 10 febrero 2018.

La segunda velada del ciclo Beethoven 1-13 ha supuesto una nueva cita con cuatro intérpretes valencianos empeñados en poner lo mejor de sí mismos al servicio de las primeras obras del creador de la Novena. En esta ocasión, el concierto se abrió con la compleja y extensa Cuarta sonata para piano, obra de densos e intensos quilates que requiere un pianismo de avanzada factura. Aida Velert ofreció una versión cargada de buenas intenciones, con momentos de tan recogida expresión como los escuchados en el extenso movimiento lento.

Mayor identidad alcanzó la tampoco nada fácil Segunda sonata para violín y piano, para cuya interpretación se incorporó el violín mesurado y cabal de Fernando Pascual. Ambos ofrecieron una versión risueña cargada de ligereza, humor y equilibrio en sus tres movimientos, compuestos, según escribió el propio Beethoven, «de un plumazo». Si al grácil Allegro vivace inicial acaso le faltara un punto de rotundidad rítmica y chispa, el inquietante y sombrío Andante central estuvo cuajado de sentido y carácter, y fue perfecta antesala del fielmente expresado Allegro final, en el que ambos intérpretes supieron encontrar el perfecto equilibrio entre la inocua simplicidad de los pentagramas y sus plácidos aires de minueto tan cargados de resonancias dieciochescas.

El programa, en exceso largo y sin concesiones, evolucionó in crescendo para alcanzar sus mejores momentos en la segunda parte, inaugurada con la Primera sonata para violonchelo y piano, compuesta en Berlín en 1796. El piano de Aida Velert fue reemplazado por el de su colega Óscar Oliver, que junto a Jorge Fanjul materializaron una versión cargada de nervio, vitalidad y brillantez, aunque que en el rondó final más parecía una sonata «para violonchelo, piano y zapatazos». Tal era el estruendo que producía el vehemente calzado derecho de Fanjul, rabiosamente empeñado en marcar el ritmo casi con mayor énfasis que con el arco. Fue en cualquier caso, una versión más que notable, en la que chelista y pianista mostraron evidente compenetración anímica y expresiva.

El concierto concluyó con la interpretación del Segundo trío para violín, violonchelo y piano, en el que asomaron las fuertes diferencias anímicas entre el violín templado e interiorizado de Fernando Pascual, el impulso extravertido del violonchelo de Fanjul y el sonoro pianismo de Oliver, cuya brillantez quizá hubiera aconsejado bajar la tapa del moderno piano para atenuar el volumen y calibrar así mejor las diferentes sonoridades y peculiaridades de cada instrumentista. Por fortuna, esta clara distinción entre cada uno de las tres individualidades supuso suma más que resta. El sentido camerístico y la profesionalidad de cada uno hizo que estas poderosas diferencias se limaran a favor de un concepto unitario, bien trabajado y meditado. Triunfó Beethoven, pero también ellos mismos en un nuevo éxito de este creciente y bien pergeñado ciclo beethoveniano.

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