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Entrevista

Agustí Villaronga: "No sé si me gusta el postureo de los Goya"

«El cine es muchas veces una lavadora en la que no hay botón de 'stop' y donde das vueltas sin poder salir», asegura el cineasta mallorquín

Agustí Villaronga: "No sé si me gusta el postureo de los Goya"

Maestro en dar voz a los sin voz. En poner en el imaginario colectivo las reflexiones humanas más «oscuras». ¿Cuál es el criterio que sigue para que una obra sea digna de ser adaptada?

De las películas más conocidas como Pa Negre o Incierta gloria, las obras en las que se basa no las he elegido yo. El criterio es aceptar la obra o no aceptarla. Lo que hago es mirar si mi manera de entender el mundo se contradice en algún punto con la obra. Tiendo, de algún modo, a personalizarlas, a hacerlas mías. Sino es muy difícil.

¿Y qué es más difícil: adaptar una obra o crearla uno mismo?

Yo antes siempre escribía por mí mismo... Pero llegó un momento en que me costaba colocar mis propias historias en las productoras y me he acostumbrado a trabajar sobre material ya dado. De todas maneras es mucho más difícil hacer un guion original que uno adaptado. En un guión adaptado los escritores tienen mucho bagaje y te hacen unas propuestas de historias, de construcción de los personajes, que ya están muy elaboradas...

Y sufre el miedo a la hoja en blanco...

Sí [risas]. Y ahora más porque me he acostumbrado a escribir sobre hojas a medio escribir.

¿Cree que el éxito de «La librería» en los Goya

El hecho de que estuviese rodada en inglés, con actores reconocidos mundialmente, ayuda a su difusión fuera del país, lo cual también es útil porque en España es muy difícil cubrirse solo. Sin embargo, me da la impresión que cuando el cine más ha triunfado ha sido cuando ha sido más auténtico consigo mismo. Me refiero a Santos Inocentes, al cine de Buñuel... Porque luego ves películas como las que hace J. A. [Bayona] y son películas que, evidentemente, hacen muchísimo dinero pero después no es que sean la bomba.

¿No se está arriesgando?

Totalmente. A los Goya tuve que ir, me estaba tragando aquello y yo pensaba «Dios mío, yo no sé si me gusta toda esta especie de... [risas] No sé, de postureo...» Aquí lo que importan son las películas. Pero ¿nacen con verdadera fuerza, con vocación libre e intentando más riesgo? ¿Con una voluntad distinta a lo que sea políticamente correcta? Es algo que pienso mucho últimamente. Además, veo que la gente joven está en esos canones de exhibición, de difusión y famoseo. Me gustaría volver al espíritu antiguo: a los 60, 70, 80... Había cosas muy fuera de la olla. Ahora parece que la película que da mucho dinero es buena. A mí me gustaría que la gente saliese con ganas de revolucionar, aunque luego no se revolucione nada, pero al menos tener las ganas.

¿Ha mejorado su relación con las productoras?

Después de tantos años puedo decir que sé moverme mejor en lo que respecta a la parte económica del cine. Esto no te convierte en mejor ni en peor director. Si te quedas ahí al final acaba convirtiéndose en un simple oficio y hay una parte artística que trasciende a eso.

¿Da miedo perder la esencia cuando uno entra en la cadena productiva?

Sí. O de repente llegar a pensar un momento en que el cine sea hacer películas, amontonarlas y vivir de ello. Es un momento de confusión. Soy muy sincero diciendo esto. De repente pienso «chico, hay que pensar un poco y saber que igual no hace falta hacer tres películas seguidas, sino hacer una y que sea algo que te aporte mucho vivencialmente a ti y a otras personas también».

Uno de los valores que ha hecho que su éxito sea real es que eres

Constantemente. De vez en cuando hay que parar. Soy una persona que mira bien la vida. Pero hay que saber detenerse. ¿Me arrepentiré dentro de dos años del rumbo que estoy tomando? Puede ser, o no, no sé. Además, en el mundo del cine estamos hablando de proyectos que duran un par de años de los que no puedes salir. Es decir, tienes que saber dónde te metes y muchas veces es como que estás metido en una lavadora que no tiene botón de stop y ahí estás, sin poder salir, dando vueltas y vueltas...

Ahora va a ser también reconocido en la MICE. ¿Le sigue abrumando tanto éxito como en 2011? ¿Le hace recordar los momentos en los que era «el bicho raro»?

Mira, uno puede luchar por la fama, por el dinero... O por una expresión artística consecuente con lo que uno piensa. Yo ahora he elegido lo tercero. Pensar en lo que hay que hacer, no aprovecharse de una situación. A mí me encanta que hayan contado conmigo. Me gusta muchísimo València. Además aquí siempre me han hecho caso no como el «bicho raro», sino como «normal». Me siento muy cómodo y eso me gusta.

Cada día, en los telediarios hay una afluencia masiva de imágenes de atentados y muertos, pero solo como cifras. ¿Piensa en darles nombre en sus obras?

Constantemente. De hecho yo lucho por ello. Fíjate que cuando plasmo la Guerra Civil lo que menos me interesa es la guerra, me interesa darles voz o poner la lupa sobre personas grises, personas que diríamos que están fuera del foco. Hay que dar voz a los sin voz. Hay que dar voz a los mendigos, a la marginalidad y más hoy en día. Hablamos de ellos con lástima pero nunca sabes si son buenos, ni si son malos y cuando los tratas lo haces con un paternalismo extraño.

También sufrió el rechazo por contar esta parte del ser humano, le llegaron a decir que tenía una parte oscura...

Sí, antes lo decían mucho. Que si estaba enfermo, que si era un degenerado... Es cierto que en mis obras hay una cierta falta de moral, pero no por amoralidad, sino porque defines los personajes y no te pones a juzgarlos, simplemente muestras lo que ocurre y sus motivos tendrán para hacer unas cosas u otras. Pero muchas veces la gente lo ve como una perversión, y no, lo que hago es mostrar las cosas como son.

Pero en sus personajes se trata la subsistencia y es ahí donde emerge «la parte más inhumana»... ¿Igual es la más humana?

Efectivamente. Ahí salen las auténticas verdades de las personas, pero nadie es quién para juzgar el comportamiento de personas al límite. Lo que hay que cuidar es no llegar a estas situaciones y no juzgar luego si uno es de una forma u otra.

En la adaptación de «Incierta gloria» explicó que Carlana pasaba por la obra original sin pena ni gloria, pero en la adaptación consiguió ver en ella un eje principal para su película...

Hay una visión machista sobre la mujer que sí está ahí. La mitad de las veces ni se profundiza en la psicología del personaje femenino. Quizás porque me he criado entre mujeres, soy gay y todo el rollo... Pero la psicología de una mujer me interesa más que la de un hombre, te digo la verdad.

¿Cómo vio la iniciativa de los abanicos en los Goya?

A mí no me gustó eso. No me sentí cómodo. Lo veía artificial. Yo no digo que no deba haber toques de atención, pero creo que es algo que tiene que ser algo más de base: la educación en la infancia, una representación fidedigna de la mujer en los medios de comunicación o la televisión. Que un día vengan con los abanicos... Es que además no me lo creo. La mitad de los que estaban allí con los abanicos luego van a una tía y le dicen: «cállate, tonta». Yo he vivido este tipo de cosas con el día del Orgullo Gay, que al final deja de ser una reivindicación para convertirse en una convención.

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