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Entrevista

Joel Meyerowitz: "Los móviles le han robado el atractivo a las ciudades"

«La Quinta Avenida de Nueva York ha sido para mí el Cañón del Colorado», destaca el maestro de la fotografía urbana

Joel Meyerowitz: "Los móviles le han robado el atractivo a las ciudades"

Joel Meyerowitz trabajaba en una agencia de publicidad hasta que un día, tras asistir a una exposición de Robert Frank (autor del seminal The Americans), decidió ser fotógrafo. Cuando se lo dijo a su jefe, éste le preguntó si tenía una cámara y como le respondió que no, le regaló una Pentax que luego cambió por una Leica. Desde entonces, junto a otros fotógrafos como Garry Winogrand y Tod Papageorge, se dedicó a recorrer varias veces al día la Quinta Avenida con su pequeña cámara. Pero pocos años después el espíritu del cazador en la gran urbe dio paso al del paseante que observa lo que tiene a su alrededor. Aquello sucedió en Málaga y desde hoy y hasta el 20 de enero una exposición en el centro de arte Bombas Gens recoge ese viaje iniciático de uno de los fotógrafos fundamentales del siglo XX

«Tenía 28 ó 29 años, venía de Estados Unidos y en España me di cuenta de lo que era vivir en una dictadura por la influencia que tenía la Guardia Civil, el Ejército, la Iglesia en la vida de la gente -explicaba ayer el propio Meyerowitz a Levante-EMV-. Ese es uno de las parte de esta exposición. Otra es sobre cómo era la vida callejera de la gente, su vida diaria. Me di cuenta de que España es un país de gente que vive en la calle. Otra sección es sobre los gitanos, porque durante seis meses viví con ellos, comía con ellos, mi mujer hacía música con ellos... Fue una experiencia muy intensa. Y la última sección es de fotos hechas desde un coche en movimiento, fragmentos de gente y de espacios... En esencia, los cuatro capítulos de la exposición resumen la experiencia que supuso para mí venir a España».

P ¿Aquellos dos años le hicieron mejor fotógrafo?

R Sin duda. Me cambiaron. Era un joven del Bronx que de pronto descubrió de que iba ser un hombre y un fotógrafo. Mi experiencia española me ayudo a entender lo que era ser un artista.

P ¿Y cómo ha cambiado esa España que usted conoció en los 60?

R Ahora es un país desarrollado. Mira esta foto, dos mujeres mayores sentadas entre chatarra en pleno invierno... Es lo que veía, porque el desarrollo que traería el turismo a esa parte del país aún estaba empezando. Viví con una familia gitana en el barrio 17 de Febrero de Málaga con nueve hijos repartidos en cuatro habitaciones y la madre cocinaba en una cocina de carbón que le traía un hombre del campo... Era todo aún muy primitivo.

P Pero hay fotos, como las de la Semana Santa, que podría haberlas hecho el año pasado...

R Las tradiciones continúan, pero el contexto, los materiales de la ropa, las casas, enseñan que aquella era una vida más primitiva.

P ¿La gente que caminaba por las calles de España era muy diferente a la de Nueva York?

R Sobre todo en la actitud. En Nueva York la gente se toma más en serio, es más triste y siempre se está moviendo. El tiempo, el ritmo de la vida es diferente y yo intentaba adaptarme al ritmo de aquí, más lento. Fue muy bonito.

P ¿El protagonismo de la calle es lo que diferencia a la fotografía de otras artes?

R La calle te da el sentido de la cultura del momento: las ropas, la actitud de la gente, las ventanas, las tiendas. Tienen el sentimiento del tiempo. Mi generación quería reflejar la Nueva York de después de la guerra: había dinero, energía, se construían nuevas rascacielos. Y una cámara de fotos era muy útil para conseguirlo.

P Supongo que es más fácil ser buen fotógrafo en Nueva York que en un pueblo de Oklahoma...

R Nueva York es más dinámica, y es lo que yo iba buscando.

P ¿Qué tiene la 5ª Avenida que no tenga un paisaje inmenso y abierto como el Gran Cañón?

R La 5ª Avenida es mi Gran Cañón. De todas formas, después de venir de Europa cambié la cámara pequeña por una más grande y empecé a hacer fotos más meditadas. No de la belleza del Gran Cañón pero sí de cosas simples, cómo un motel junto a una carretera... La triste y trágica belleza americana. Son imágenes que tienen algo de agridulce. Esa parte de la estética americana, de grandes paisajes, grandes espacios, grandes bellezas, y de pronto, en medio, esos edificios de mierda con sus vidas terribles y sus neones que son como una mierda en medio de la belleza.

P ¿El mérito de la fotografía ha sido elevar a arte lo ordinario?

R La vida ordinaria, cuando un fotógrafo la ve, puede cristalizar en un momento mágico.

P ¿Es consciente de cómo sus fotografías han formado la visión de Estados Unidos de mucha gente que no ha estado allí?

R Cuando hacía estas fotografías no pensaba en eso, sólo quería fotografiar el momento en el que vivía. Pero al coger esos momentos y situarlos fuera de su lugar adquieren un significado, y aunque hayan pasado 40 años te sigues sintiendo identificado y vinculado con lo que ves ahí. La fotografía funciona cuando tiene el sentimiento del momento, cuando se mantiene en contacto con la historia.

P ¿Después de 50 años sigue sintiendo lo mismo cuando enfoca con su cámara y dispara?

R Ya no trabajo tanto en la calle porque los teléfonos móviles y los smartphones han cambiado para mí su sentimiento. En los 60, en los 70, los 80 e incluso en los 90 la gente caminaba por la calle e iban hablando unos con otros. Ahora, en cualquier ciudad del mundo, de cada diez personas seis van con su teléfono mirando fotos o vídeos, enviando textos... La ciudad se ha vuelto muy poco interesante de fotografiar por culpa de los móviles. Los teléfonos han robado el atractivo a las ciudades.

P ¿Por qué se sigue viendo más artística una foto en blanco y negro que en color?

R Un famoso fotógrafo, John Szarkowski una vez me dijo que todo lo que haces cuando dispara una cámara es describir lo que hay frente a ti. Yo pensé que sí eso es todo lo que hace una cámara, ¿qué tiene más poder de descripción, una imagen en color o una en blanco y negro? Esa distinción hizo de mí algo así un misionero del color.

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