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Sopor

Obras de Orts, Bartók y Prokófiev | Palau de la Música

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ORQUESTA DE VALÈNCIA. Solistas: Ismael Carretero (recitador), Dúo de pianos Iberian & Klavier, Javier Eguillor y Luis Osca (percusión). Director: Pablo Rus Broseta. Pro­gra­ma: Obras de Orts (Poemari), Bartók (Concierto para dos pianos y percusión), y Prokófiev (Quinta sinfonía). Entra­da: Alre­de­dor de 1300 perso­nas. Fe­cha: Viernes, 13 abril 2018.

Ni el bien reconocido talento creativo de José Antonio Orts (Meliana, 1955) ni el sobresaliente hacer solista de los percusionistas Javier Eguillor y Luis Osca -ambos profesores solistas de la Orquesta de València- pudieron evitar el sopor en uno de los conciertos más tediosos y deficientes de la temporada. El director de orquesta Pablo Rus Broseta aburrió a las musarañas al frente de la Orquesta de València, y logró el casi imposible de convertir en anodina una obra tan deslumbrante y plena de colores y vistosidades como la Quinta sinfonía de Prokófiev. Asombra, por otra parte, que un dúo tan insuficiente y limitadito como el integrado por los pianistas Laura Sierra y Manuel Tévar actúe en una tierra tan rica en buenos pianistas como la valenciana, junto a unos solistas del fuste de Eguillor y Osca y con una obra tan exigente como el Concierto para dos pianos y percusión de Bartók, que no es sino una acomodaticia versión sinfónica de la genial sonata compuesta en 1937. Pese al pianismo estudiantil y discreto del «Iberian & Klavier piano duo» (¡el nombrecito ya lo dice todo!), se impuso el virtuosismo, el pulso rítmico y la profesionalidad bien cuajada de los percusionistas, que derrocharon musicalidad, buen hacer y las tablas precisas para salir airosos del brete de tocar un obrón como el de Bartók junto a «compañeros de reparto» tan inapropiados como los pianistas Sierra y Tévar. La muy aplaudida actuación de Javier Eguillor y Luis Osca fue, sin duda, lo mejor de tan discreta noche, enmarcada en el Festival Ensems y que presentaba, además, el especial aliciente del estreno absoluto de Poemari, retablo poético en el que José Antonio Orts se nutre de versos de los valencianos Jordi de Sant Jordi, Ausiàs March y Joan Rois de Corella para crear una obra de gran envergadura expresiva, cuyos 21 esenciales minutos precisan, junto a una gran orquesta sinfónica, una instalación sonora y un recitador. El resultado es un poema musical de intensa expresividad, desgarrada y lírica a un tiempo, en el que siempre asoman las características texturas tímbricas de Orts, sus sutilezas armónicas y el original dominio del color que siempre distingue su obra. Particularmente interesante resulta el sabio uso que hace de la coprotagonista instalación sonora, que, como él mismo señala, es concebida como un instrumento que recita versos pronunciados solamente con el aliento, que produce una serie de sonidos «suspirados, afinados y acústicos nunca oídos». Sería interesante volver a escuchar pronto esta obra sobresaliente, en cuyo estreno ha contado con la dramatizada y convincente participación de Ismael Carretero como narrador.

Escrita en el verano de 1944, la Quinta sinfonía de Prokófiev es, como apunta César Cano en las notas al programa, «una obra feliz». Sin embargo, nada de felicidad arrojó la inerte versión de Rus Broseta, que desde los primeros momentos se sintió plúmbea y hasta más burocrática que la Marcha de los subsecretarios de Rodrigo. Los en esta ocasión nada impactantes compases que abren el Andante inicial ya dejaron entrever lo que lo luego vino. Tras el Adagio, ya eran varias decenas los espectadores que abandonaron sus localidades. Los parcos aplausos al final de la gran sinfonía eran perfecto reflejo de lo que se había escuchado. En el recuerdo aún resonaban las sonoridades de Orts y la actuación de Eguillor y Sala.

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