Julien Temple participó ayer en el festival DocsValència 2018 con una clase magistral y un homenaje. El hombre que dibujó a los Sex Pistols, fue íntimo de Joe Strummer, compartió barra con Ray Davies y vistió a Bowie de «mad men» británico, atendía por la mañana a la prensa en un hotel del centro de la ciudad sentado en un «chester» y sin quitarse el sombrero ni las gafas de sol. «Disculpa, pero estoy algo resfriado», le avisa educadamente al redactor antes de enchufar la grabadora. Al final de la entrevista, le cuentan que seguramente muy cerca del hotel donde se aloja, Keith Richards se lió en 1967 con Anita Pallenberg, que entonces era novia de su compañero de banda Brian Jones, cambiando así para siempre la historia de los Rolling Stones. «Oh, es una anécdota bastante divertida», dice Temple.

P Su carrera empezó un día que escuchó una versión muy particular de un tema de Small Faces por parte de un grupo que ensayaba en los muelles de Londres...

R Empezó de hecho antes. En los 60 ya estaba en contacto con la música, los Rolling, los Who, los Stones... Crecí en Londres, en un momento en el que la música era muy importante porque te ofrecía una forma de ver el mundo que no te enseñaban ni los padres ni los colegios. El rock era una ventana abierta y tuve la suerte de ser suficientemente mayor para comprender este mundo. Diez años más tarde fui parte de él como protagonista a nivel creativo, no como músico pero sí como cineasta.

P Que es cuando escuchó aquella versión. Eran los Sex Pistols.

R Fue prácticamente de casualidad. Aquel día iba paseando por los muelles y escuché esa canción de los Small Faces. La reconocí enseguida por la melodía y me sorprendió porque no mucha gente sabía tocar canciones de este grupo porque en esa época estaba un poco en el olvido. Me pregunté «¿quién está destrozando esta canción de esa manera?». Sentí la ferocidad, la rabia, cantaban «te odio nena» en vez de «te quiero». Era una mutilación extraña. Subí al segundo piso del edificio de donde salía la música, y vi a aquella banda con una pinta que tampoco era la habitual. Pantalones ceñidos, pelos de punta, parecían personajes de dibujos animados. No eran sólo diferentes a nivel musical, sino también en cuanto a la imagen.

P ¿Esa visión le hizo representar después a los Sex Pistols como dibujos animados en «La gran estafa del rock´n´roll»?

R Convertirlos en dibujos fue una cosa muy instintiva. Una de las peores cosas que podías hacerle a una banda de rock es representar como Mickey Mouse a alguien como Sid Vicious. Hacerlo fue una manera de meterse con la banda, de dejar atrás la imagen de dioses que tenían para la audiencia y pinchar el globo. Y también porque existe una tradición de dibujos antidisney, como los de Tex Avery (cread0r de Bugs Bunny y el Pato Lucas), que era muy punk.

P ¿Echa de menos en el rock actual ese contenido político y social que tenía el punk?

R Por supuesto. Llevamos 40 años esperando a que haya un movimiento musical tan grande e importante como fue el punk. Puede que hubiera algo similar cuando surgió el hip-hop a mediados de los 80, pero no hemos tenido nada que lleve a la juventud a recuperar ese derecho a expresar lo que siente. Cada vez es más difícil juntarse para crear este tipo de movimientos. Ahora, con las nuevas tecnologías, se crea una ilusión de estar juntos, pero en realidad no lo estamos. El punk era un movimiento en el que la gente se juntaba de forma física en las calles y en los clubes y tenía mucha más fuerza.

P ¿Este desencanto es el que le ha llevado a no trabajar en los últimos años con bandas nuevas, a excepción de un documental sobre los Strypes?

R Principalmente es porque creo que la gente joven es la que tiene que hacer los documentales sobre las bandas actuales, no yo. Cuando hice el documental sobre los Strypes quería ver las diferencias entre una banda joven ahora y una banda joven en la época de los Sex Pistols. Y ver cómo la industria musical influye sobre una banda. En el documental se puede ver como la industria es la que destruye a la banda, y es algo triste pero real. La industria no deja a las bandas ser ellas mismas y mostrar lo que quieren plasmar. En el punk las bandas querían asustar a las discográficas para poder ser ellas mismas.

P ¿Y por eso el rock ya no es tan importante para la juventud como forma de expresión?

R Lo que necesita la juventud es evolucionar más allá de la música. Antes la música era la expresión de la rebeldía, y ahora tiene escaso poder para cambiar las cosas. Lo que hay que hacer es buscar otras formas de creatividad que no estén inventadas para buscar ese shock y ese impacto en la sociedad. Nuevas formas de juntarse que han de nacer del mundo «on-line» y convertirse en arte que impacte en la gente, que los mayores no sepan qué está pasando.

P Hablando de mayores. Uno de sus últimos documentales es sobre Keith Richards. ¿Qué buscaba en un hombre sobre el que ya se ha escrito y filmado tanto?

R Keith era el más punk de los Rolling Stones. Yo crecí escuchándolos, y era capaz de identificar esa fuerza que tenía Keith. Podía entender su poder subversivo, y era esa parte rebelde la que me llamó la atención. He querido explorar su parte punk y no tanto su figura como estrella del rock, y por eso me centré en su infancia para descubrir el origen de la «especie» de Keith Richards y cómo creció como adolescente y creó una revolución.

P ¿Qué pasa con esa película que quería hacer sobre los Kinks?

R El problema es juntar a los dos hermanos (Ray y Dave Davies, cuya relación personal es bastante mala). He hecho dos películas sobre cada hermano, el proyecto está en proceso pero por ahora lo que tengo son dos películas que tengo que juntar.

P Richards, Davies, Johnny Rotten, David Bowie, Wilko Johnson, Michael Jackson, Paul McCartney... De la interminable lista de estrellas del rock con las que ha trabajado cuál es para usted la más importante?

R No me gusta trabajar con estrellas sino con gente que tiene una verdad y que la expresa y la transmite a la audiencia. Todos con los que he trabajado son honestas consigo mismas y con todos ellos ha surgido una amistad, pero no la he podido mantener durante mucho tiempo porque viven en un mundo de fama, que tiene como unas especies de barreras. Pero el caso de Joe Strummer fue una excepción, nuestra amistad fue mucho más intensa. Vivíamos cerca el uno del otro, nuestros hijos crecieron juntos y él de alguna manera se alejaba de ese mundo de la fama.