Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Molicie

Centre de Perfeccionament

Teatre Martín i Soler

Programa: Obras de Ernesto Halffter, García Abril, Rodrigo, Mompou, Falla, Toldrà, Guridi y Turina. Alejandro Zabala (piano). ­Lu­gar: Palau de les Arts, Teatre Martín i Soler. Entrada: Alrededor de 100 personas. Fecha: Sábado, 28 abril 2018.

Concierto fallido y tedioso en el que todo contribuyó al fracaso. No eran más de cuatro gatos los que acudimos a la convocatoria del Centre de Perfeccionament Plácido Domingo del Palau de les Arts para escuchar a su última hornada de cantantes en las penumbras de un Teatre Martín i Soler mortecino, triste, que más parecía la sala de espera de un tanatorio que el espacio dinámico y de experimentación para el que nació. Tampoco los ya no tan jóvenes cantantes que se sucedieron sobre su tenebroso escenario pudieron animar algo la vacía tarde sabatina. El discreto y monocorde acompañamiento pianístico del veterano Alejandro Zabala tampoco contribuyó a paliar la molicie que invadió este concierto para el olvido.

Hasta el nombre adjudicado a tan equivocada velada - «Recital Lied»- era erróneo: ni era recital ni era Lied. Recital, como señala la Real Academia Española, es un «concierto compuesto de varias obras ejecutadas por un solo artista con un solo instrumento». Y el término Lied se refiere a la canción alemana, como también aclara y establece la RAE: «Canción característica del Romanticismo alemán, escrita para voz y piano, y cuya letra es un poema lírico». En el concierto de marras únicamente había canciones de Ernesto Halffter, García Abril, Rodrigo, Mompou, Falla, Toldrà, Guridi y Turina. Llamar a este españolísimo repertorio Lied es tan absurdo como definir tonadillas a los Lieder de Mahler, Strauss o Schubert.

Vocalmente, el nivel fue igualmente bajo, muy bajo. Salvo contadas excepciones -el tenor venezolano Andrés Sulbarán, el barítono puertorriqueño César Méndez, el bajo Andrea Pellegrini- casi todo transcurrió a tono con la molicie reinante. Algunas composiciones se interpretaron en tesituras y vocalidades inapropiadas, como la Asturiana de las Siete canciones populares españolas de Falla -cantada precisamente por Sulbarán- o el bellísimo villancico rodriguero Pastorcito santo, milagro de la lírica española del siglo XX, abordado por Méndez desde su estupendo registro baritonal, pero que nada nada tiene que ver con el mundo etéreo y minúsculo de esta sencilla joya. Las en otras ocasiones fascinantes canciones de Ernesto Halffter, Toldrà, Guridi y Turina pasaron sin pena ni gloria en versiones que recuerdan más audiciones de conservatorio que de un «centro de perfeccionamiento». ¡Pobre La corza blanca, escrita en 1927 por Halffter con texto de Alberti y que tanto cantó la eterna Victoria de los Ángeles!, que el sábado se escuchó en voz de tenor -Matheus Pompeu-, en una versión de electroencefalograma plano. Tampoco las músicas cercanas de García Abril encontraron traducciones de entidad musical o vocal en las bienintencionados gargantas de los protagonistas de la pálida velada. El repertorio era un batiburrillo en el que -salvo Rodrigo- faltó un repertorio tan esencial aquí e importante en todos los sitios como la creación vocal de compositores de la C. Valenciana. Que un espacio público sufragado casi en su totalidad por la Generalitat ignore las canciones de Óscar Esplà, Matilde Salvador, Manuel Palau, López-Chávarri, Cervera Lloret, Llácer Pla y algunos otros compositores es, además de un sinsentido, una ofensa a la propia cultura valenciana y a sus protagonistas.Al tratarse de canciones españolas en español, cabía suponer que los cuatro gatos que asistimos no necesitábamos semejante soporte a la audición. Pero la mayoría de los cantantes tenían una dicción que parecía aprendida de Montserrat Caballé, por lo que apenas fue posible entender alguna que otra palabrilla suelta. ¡Un desastre!

Compartir el artículo

stats