José Sanchis Sinisterra regresa a la Sala Beckett, el teatro barcelonés que fundó y dirigió entre 1988 y 1997, con la obra "El lugar donde rezan las putas o Que lo dicho sea", que reflexiona sobre "la historia alternativa, que pudo ser y no fue" y un teatro que dé voz a los silenciados, "a los de abajo".

La propuesta, que se representará en la Beckett hasta el próximo día 6, no solo recupera la técnica del "teatro dentro del teatro", presente en otras obras del autor, como "Ñaque o De piojos y actores", "¡Ay, Carmela!", "Pervertimiento y otros Gestos para nada" o "El cerco de Leningrado", sino que también contiene resonancias de "entornos y personajes" de algunas de estas producciones, ha explicado Sanchis Sinisterra en rueda de prensa.

En este sentido, se trata de "una amalgama de diferentes José Sanchis Sinisterra", según ha dicho el actual director de la Sala Beckett, Toni Casares, y cuenta con la "pequeña dosis de escritura desde la rabia" que caracteriza sus obras.

La sevillana Paula Iwasaki y el madrileño Guillermo Serrano dan vida a dos jóvenes actores, Rómulo y Patri, que se instalan en un viejo almacén cedido por su tío Roque y situado en un barrio "de mala fama" para escribir su propia obra.

Acompañados de la presencia de unos misteriosos entes que representan a "los de abajo, los barridos y silenciados por la historia", los actores contemplan e interpretan por momentos dos posibles historias o escenarios históricos que explicar: la Alejandría del siglo IV, con la filósofa Hipatia y su discípulo Sinesio como protagonistas o el "trágico destino" del comunismo y las vivencias de Lise y Arthur London a lo largo del siglo XX.

Para el dramaturgo, la obra no ofrece respuestas ni un mensaje o una lección, sino que plantea preguntas "en vivo" a los espectadores, sobre el escenario: "¿es posible un teatro inducido por los de abajo? o ¿en tiempos de rabia, qué teatro debemos escribir?".

Asimismo, Sanchis Sinisterra subraya la "confluencia entre lo político, lo metateatral y lo fantástico" que da lugar a una "multilógica de la acción dramática" y profundiza en "las rupturas de lo realista y lo figurativo".

"En este mundo roto en el que vivimos, en el que el sentido parece haber dimitido de la conducta de los políticos, este mundo caótico, desquiciado, es posible encontrar jirones de coherencia y verosimilitud a través de la poesía y el teatro", concluye.

Guillermo Serrano, por su parte, sí que se arriesga a responder alguna de las preguntas planteadas por la obra y afirma, convencido, que "en tiempos de rabia debemos hacer teatro político" porque "la política, aunque ahora está muy demonizada y denostada, es la solución a los problemas de la humanidad".

Los personajes quieren hablar, según el intérprete, de "la cara B de la Historia, de las historias con minúscula que no han recalado en el imaginario colectivo y que no tienen una gran trascendencia" porque, tal como decía Walter Benjamin, cuyo pensamiento subyace en el fondo del texto, "la historia no solo es lo que fue, sino también lo que pudo ser y no fue".

En este sentido, Paula Iwasaki explica que los personajes se preguntan, durante toda la obra, si deben "hablar del pasado" para conseguir, en cierto modo, reescribirlo y concluyen, al final, que "deben detenerse a pensar cómo les gustaría que fuera el futuro, para hacerlo posible".

La propuesta de Sanchis Sinisterra es especial no solo por su contenido sino por el modo en que surgió: tras conocer a los dos actores en una representación única de "¡Ay Carmela!" que tuvo lugar en las ruinas de Belchite y "enamorarse" de su trabajo, el autor escribió el texto expresamente "por y para ellos".

Ambos se han declarado "muy agradecidos" por protagonizar una obra "que plantea estas preguntas" y han definido esta oportunidad como "una brecha de esperanza para las generaciones que se están iniciando en esta profesión tan incierta".

"El lugar donde rezan las putas o Que lo dicho sea" es una producción de Nuevo Teatro Fronterizo, el centro de investigación y creación teatral que dirige en Madrid el propio Sinisterra.

La prolífica e innovadora trayectoria de este director y dramaturgo, que cuenta con másde 40 obras estrenadas durante casi seis décadas de profesión, ha sido recientemente reconocida con el Premio Max de Honor 2018 en el marco de los XXI Premios Max de las Artes Escénicas que organiza la Fundación SGAE.