Cuando Monika Buch estaba en plena producción, José María Yturralde tenía 16 años. El comentario es de José Luis Pérez Pont, el director del Consorci de Museos, para trazar un paralelismo entre la obra de ambos artistas y remarcar lo pionera que fue Monika Buch (València, 1936).

La artista está en plena forma y tras entrar en la colectiva «A contratiempo. Medio siglo de artistas valencianas (1929-1980)» del IVAM, ayer inauguró en la Fundación Chirivella Soriano la mayor retrospectiva realizada sobre su obra. Comisariada por José Luis Martínez Meseguer con el apoyo de la convocatoria de Trayectorias del Consorci, la Chirivella Soriano muestra 120 piezas de Buch enmarcadas por su pasión geométrica.

«Parto de una pregunta que quiero resolver. Me interesa lo que veo y por eso me gusta trabajar en un tema con variaciones», sostiene Buch, hija del germano Máximo Buch que fundó en València su fábrica de cepillos. Su infancia transcurrió entre Alemania y España y cursó sus estudios en la célebre escuela de diseño alemana de Ulm, de Max Bill. Instalada hace sesenta años en Holanda, nunca ha perdido la vinculación con su ciudad natal, que le ha devuelto ahora «escenas de juventud» con el reconocimiento a su trayectoria.

«La estética es importante, pero muchas veces más en un segundo plano. Una obra puede ser agradable de ver, pero para mí tiene que tener algo interesante que atrae tu mirada cada vez y quieres descubrir lo que te inquieta».

«No es ordenador, es a mano»

La muestra está dividida en siete apartados con independencia del su año de la obra. Una dificultad que reconoció el comisario José Luis Martínez Meseguer, que considera a Buch como una artista con una de las trayectorias «más interesantes» del arte valenciano del siglo XX. Llamó la atención sobre sus cuadros: «No es un trabajo de ordenador, es un trabajo a mano».

Las piezas en los años de Ulm están en la planta baja del museo, junto con una proyección con fotografías de la artista a lo largo de su vida. Luego la muestra da paso a su trabajo geométrico en sus las obras lineales, algunas con 5.000 líneas con distintas tintas de colores.

«Los colores pasan casi siempre de claro a oscuro o viceversa. La diferencia entre un color y el siguiente no se puede percibir directamente. Si hay algún salto, este se puede ver solamente cuando has hecho los pasos siguientes», mantiene Monika Busch.

Martínez Meseguer sostiene que la artista juega con las gamas de colores, mientras que con los trampantojos engaña al espectador.

El presidente de la Fundación Chirivella Soriano, Manuel Chirivella, asegura que la obra de Buch es la «exploración» entre forma y color, para que el espectador pueda interactuar con sus estructuras geométricas.

Pérez Pont destacó la trayectoria creativa de Buch en el arte contemporáneo valenciano, y el inicio de su carrera sin un «referente cultural femenino» en el que mirarse, es hoy en día, «un ejemplo para todos».