Crear una producción como «Els nostres» no ha sido tarea fácil. Primero, por el tema: el drama de los refugiados; segundo, porque está escrita a ocho manos.

Así lo explicaron ayer sus creadores: Juli Disla, Patrícia Pardo, Xavi Puchades y Begoña Tena, quienes confían la dirección de esta pieza a Eva Zapico, quien a su vez dirige a un elenco de 10 actores: Lucía Aibar, Carlos Amador, Amador Artiga, Empar Canet, Rosanna Espinós, Cristina Fernández Pintado, Àngel Fígols, Estela Martínez, Toni Misó y Miguel Sweeney.

Juntos ponen sobre la escena del Principal distintos puntos de vista del drama de los refugiados. Según explicaron, la obra presenta «distintos viajes»; por un lado, el que realizan los refugiados y, por el otro, el que hacen «trabajadores de nuestro mundo». Y añaden uno más, quizás el menos visto pero no por ello menos relevante: el de los responsables de la tragedia. Los autores quisieron poner nombres y apellidos a estos culpables, pero el deseo de «universalización» del mensaje les ha llevado a obviarlos en el texto. «Aunque creemos que son muy reconocibles», aseguraron ayer.

Al respecto, incidieron en que la sociedad solo mira el «presente» del drama, cómo está la situación actualmente, pero «se ha olvidado de mirar al pasado, de buscar el origen», reflexionaron los autores.

«Es una responsabilidad escribir sobre este tema por el rubor que supone apropiarse del dolor de otras personas, pero que no hemos sufrido en primera persona», añadieron.

De este modo, el escenario del Teatre Principal se convierte durante once días en un espacio de aspecto portuario, con inmensos contenedores. Una visión que podría ser de cualquier lugar del mundo, pero del que se desprenden aromas del Mediterráneo.

En la presentación, también estuvieron ayer presentes el director general del Institut Valencià de Cultura (IVC), Abel Guarinos; el director adjunto de Artes Escénicas, Roberto García; la diputada de Teatres, Rosa Pérez Garijo, y el coordinador artístico de Teatros de la corporación provincial, Josep Policarpo. Los cuatro coincidieron en que la obra, una coproducción del Teatre del Poble Valencià del IVC y la Diputación, debe «remover conciencias del espectador acomodado», «tocar el alma del público», así como «ser espejo de la sociedad».