Nacido en València en 1962, José Díaz Cuyás es Profesor de Estética y Teoría del Arte en la Universidad de La Laguna. Lleva desde los años ochenta publicando artículos en revistas especializadas e impartiendo conferencias como la que hoy a las 18.30 horas ofrecerá en Bombas Gens. Su charla - «Figuras de la gente»-, está relacionada con la exposición «El pulso del cuerpo», en la que a través del trabajo de fotógrafos como Bernd and Hilla Becher, Helen Levitt, Cartier-Bresson, Robert Frank o David Goldblatt, se plantea un acercamiento a la construcción social del espacio, a las formas en que representamos, reproducimos, conocemos o habitamos las ciudades.

«Esta exposición -señala-, fotografía el cuerpo en el lugar, y los modos de habitar en la modernidad. Eso está vinculado a la gente en la ciudad. La ciudad es el lugar de la circulación, de vehículos y de otros tipos. En la ciudad se trafica con mercancías, con información, con energías, con vicios, con drogas, con deseos...». «Nosotros, como gente masificada, tenemos que desenvolvernos en este lugar de tráfico y también traficar, intentar satisfacer nuestros deseos sin caer en peligros o en el dolor».

Eisenstein y Riefenstahl

Para Díaz Cuyás, la ciudad contemporánea desdibuja a la masa, que antaño fue un sujeto activo de la historia con poder para cambiarla. «Desde el punto de vista de las imágenes y del arte esa masa, al tener cuerpo también tenía una figura como queda visible especialmente en el cine, que al fin y al cabo era un medio de masas y para las masas. Desde Eisenstein a Leni Riefenstahl, pero también en los musicales de Busby Berkeley o en Tiempos modernos de Chaplin».

En su conferencia, Díaz Cuyás defenderá que tras la II Guerra Mundial es difícil encontrar en la cultura en general, y en el cine en particular, esas figuras de la masa porque ésta «se ha disgregado». Frente a las imágenes de los desfiles nazis o la recreación de la toma del Palacio de Octubre, se hacen populares las películas de vaqueros, «del hombre que tiene que construir su destino. Hablan de los nuevos trabajadores. Son la imagen del individualismo».

«No es muy alentador»

Para el historiador, la televisión y las redes sociales son el ejemplo contemporáneo de esa «perdida» de la masa como sujeto y figura. «La tele es un medio de masas, pero el vínculo con el espectador es diferente al del cine, ahora el espectador está en el salón de su casa, no nos reunimos de forma masiva para ver algo». «Eso no significa que no vivamos en una cultura de masas -advierte- sino que la masa ya no tiene una levadura que permite homogeneizarla, ya no se muestra como figura», señala.

El proceso parece irreversible: «La atomización sigue porque la cultura del ocio está basada en la idea de que el individuo debe autorrealizarse, desarrollar un proyecto de vida vinculado en algún sentido al hedonismo». «Esto no es muy alentador -advierte-. Crea problemas a la hora de plantear en una sociedad de masas cómo actuar desde un punto de vista político. Esto ser percibe en la crisis de los viejos partidos o en la de los sindicatos de clase, que han perdido su protagonismo. Ya no nos organizamos como clases sociales sino como perfiles de vida». Para encontrar el último ejemplo de la antigua imagen de la masa como figura hay que irse a Corea del Norte y a esos festivales en los que el pueblo se muestra como un organismo «Pero eso, claro, ya nos parece extemporáneo».