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Entrevista

Emilio Gutiérrez Caba: "El teatro no sería nada sin su ceremonia"

«Me resulta más difícil entender un videoclip, que una obra de teatro. Y eso que me encantan las transgresiones sobre el escenario»

Emilio Gutiérrez Caba: "El teatro no sería nada sin su ceremonia"

«Hay que enterrar un poco el corazón». Con esa frase del poeta valenciano Francisco Brines respondió Emilio Gutiérrez Caba a la pregunta de un periodista que le interrogó sobre los papeles que echaba de menos de su trayectoria durante la presentación de Después del ensayo, obra de Ingmar Bergman que se representará en el Talia hasta el 27 de mayo. El actor asegura que lo mejor es mirar hacia delante, aunque se permite ponerse melancólico sobre el escenario de vez en cuando. El intérprete encarna el alter ego de Bergman en Después del ensayo, una pieza de «metateatro», confesional e intimista que retrata los sentimientos de un creador maduro. Gutiérrez, de 75 años, también acaba de finalizar un libro dedicado a la saga de actores a la que pertenece, fundada por el valenciano Pascual Alba Loring.

¿Qué cosas pasan después de su ensayo?

Después del ensayo es cuando los actores reflexionamos sobre lo que hemos hecho. Cuando nos vamos a cenar y nos tomamos alguna copa de vino blanco. Después del ensayo también pasa la vida. Eso es lo que cuenta la obra de Bergman.

¿Se imaginó alguna vez que interpretaría el alter ego del cineasta?

En absoluto. Esas cosas pasan por sorpresa. Cuando yo era joven, Bergman era un referente de cine extraordinario. Con él aprendimos cine nórdico y supimos ver más allá de la estética de las suecas que venían en verano a Marbella. Bergman fue una ventana abierta a un mundo muy desconocido para nosotros. Lo que este país ha evolucionado en 50 años es abismal.

¿Ha sentido empatía con Bergman al realizar la obra?

Sí, sobre todo he conectado con la idea que tiene del teatro. Para él, el teatro es un lugar sagrado al que acompaña una ceremonia. Precisamente, esa ceremonia es la que salva al teatro en la actualidad. No sería nada sin ella. En general, todo se ha pervertido. También el cine.

¿Así lo cree?

El cine ha dejado de ser cine desde que hay refrescos y palomitas.

Volviendo a su relación con Bergman, ¿usted es igual de melancólico? ¿Hace balance con él sobre el paso de los años?

Sí. Me ocurre mucho cuando acaba una función. Cuando el teatro se queda vacío después de la representación de una obra hay una especie de vibración en la sala. Hay energías que permanecen fuera del escenario. El mismo Bergman lo reconoce en «Después del ensayo». La melancolía también aparece cuando veo fotos mías de hace años.

Se dice que los creadores, los intérpretes, están «condenados a la soledad».

Estamos muy solos, eso es cierto. Por eso nos llevamos bastante bien entre nosotros. Cuando sales al escenario estás bastante solo, por eso es tan importante conectar con tus compañeros de profesión. Todo el elenco de una obra tiene que perseguir el mismo objetivo, si no la obra será un desastre.

¿La sensación que experimenta al salir al escenario ha cambiado con los años?

No, es la misma. Aunque en todas las funciones no se produce la misma tensión, sino esta profesión sería insoportable. Se produce una alerta de los sentidos que te obligan a concentrarte. Pero no todo es de color de rosa. El directo siempre es imperfecto, como la vida misma.

¿Cómo es trabajar con las nuevas generaciones de profesionales?

Depende del actor. Si tú no estás anticuado y el otro no está muy moderno podéis congeniar (ríe). En el caso de Rocío Peláez, lo cierto, es que ha habido un gran equilibrio. También con Chusa Barbero. Ambas están haciendo teatro en un momento muy difícil.

¿Por qué?

Hay profesionales que están haciendo dos y tres montajes teatrales a la vez porque no pueden cubrir al mes el número de representaciones. Es evidente que esta situación tampoco es buena para el teatro porque no permite a los actores hacerse de manera sólida con un personaje.

¿Vamos hacia un teatro más «interactivo»? Parece que las nuevas generaciones demandan espectáculos con más estímulos y con mayores montajes.

Sí, tal vez tendemos a eso. Sin embargo, a mí me resulta más difícil entender un videoclip que una obra de teatro, y eso que me encantan las transgresiones sobre el escenario. El Teatro Talia es perfecto para Después del ensayo porque permite un montaje clásico. No tendría sentido representarlo en un auditorio moderno.

¿Ha acabado el libro dedicado a su familia?

Sí, solo falta encontrar editorial. Habrá que incluir un CD con fotografías de la familia para retratar la parte más íntima de la saga.

Lleva recopilando información desde los 70...

Sí (ríe). Mucho tiempo. Asumí esa tarea, aunque también me ha ayudado mi hermana Irene. El trabajo me ha hecho descubrir a mi familia y me ha hecho adentrarme en el mundo de la investigación teatral.

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