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Duelo en la cumbre del toreo

Julián López, El Juli, realiza una gran faena en Las Ventas y Alejandro Talavante le da la réplica veinticuatro horas después

Duelo en la cumbre del toreo

Las hostilidades, cuando acontecen en el ruedo entre dos toreros con hambre de triunfo, siempre son bienvenidas, aunque sean en diferido. Menos compadreo y más toreo, del que pone de acuerdo a todos y a cada cual en su sitio. Abrió fuego don Julián el miércoles, en su única actuación isidril. No ha hecho falta más. El de san Antonio de Velilla demostró, en diez minutos, por qué sigue siendo el rey. Desde que cogió el fusil- digo, la muleta- hasta que se llegó a la barrera para cambiar el estoque de madera por la espada. Un vendaval de toreo caro, desde los ayudados por bajo domeñando la vibrante embestida del bravo «Licenciado», las tandas de seis muletazos ligados (no rehilados) y el pase de pecho de pitón a rabo, hasta la última serie, con la plaza vuelta del revés.

Un suceso de enorme calado pese a la media estocada trasera, por la importancia del toro y por el ánimo insaciable del torero. Una lucha sin cuartel de las que deja honda huella en el discurrir de una feria y quién sabe si también de la temporada. ¿Quién es capaz de mejorarlo?

El Juli ha puesto a cavilar a la parte alta del escalafón y quien sostenga lo contrario, allá él con su conciencia. ¿Cómo se entiende si no que Talavante pida sustituir al herido Ureña y-veinticuatro horas después, tras haber toreado sus dos tardes previstas en Las Ventas- saque su zurda a pasear una vez más, corte dos orejas y vuelva a sentir el calor de un triunfo, tan generoso como necesario? ¿Fue solo cuestión de caché? Cuestión de mando y rango, seguro. Porque el extremeño salió a comerse al buen cuvillo, crudo o con patatas, con un planteamiento casi idéntico al del Juli, pero sin alcanzar la dimensión del madrileño, quizá por lo precipitado del envite, por lo que debe conformarse con la medalla de plata.

Roca Rey llama a la puerta

Quien demostró también que tiene prisa por sentarse a la mesa de los ricos es Roca Rey. El joven peruano enderezó una tarde imposible, gracias a una actuación de figura cuando ya doblaban las campanas. Esa capacidad de hacer girar las manecillas del reloj en sentido contrario a la lógica imperante en el escalafón de matadores es rara y cara virtud. Eso lo saben también El Juli y Talavante, no se equivoquen. Sobre todo el segundo, que quizá también salió el viernes a defender algo más que su posición respecto al Juli y en lo que estaba realmente pensando era en no perder el segundo puesto en favor del limeño. Otro suceso el de Roca, encajado entre los pitones del toro de Victoriano del Río, pisándole los terrenos sin pestañear, traspasando todas las fronteras de la lógica y entrando en ese terreno pantanoso, donde el mínimo fallo o la menor duda te mete en el hule. Ése en el que parece sentirse tan a gusto y que, de momento, no parece hacer mella en su ánimo indomable con aires de potro salvaje.

Lo mejor de su apuesta, además de los inverosímiles parones que le aguantó a su astifino oponente fueron los naturales, que brotaron con la rotundidad a la que nos tiene acostumbrado, y el estoconazo con que culminó su obra. Tremendo. Pues entre estos tres (Juli, Talavante y Roca Rey) anda de momento el juego, en espera a que se suban más toreros al carro -deben hacerlo varios por su bien y por el nuestro- y esto empiece a parecer más una competición que un torneo benéfico.

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