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¡Que viva Macbeth!

¡Que viva Macbeth!

Voy a ser subjetivo. Mientras otros estaban pendientes de los goles de Portugal y España, estuve viendo y respirando «Mendoza», un montaje de los que siempre espero ver en un festival. Por muchos motivos. En primer lugar porque estos trabajos no suelen programarse en la temporada normal. Un espectáculo de emocionante teatralidad, grandeza estética y calidad actoral. Nos lo ha ofrecido la compañía mexicana Los Colochos en la tercera edición del festival Tercera Setmana. A ello se une que se trata de una versión impecable de «Macbeth».

Un clásico visto con ojos contemporáneos, revisitado, y, aun así, vemos un Shakespeare con colesterol (del bueno), sin sucedáneos. Lo más sorprendentes es cómo la compañía comandada por Juan Carrillo (un intelectual; y al mismo tiempo un gran director de sensaciones) ha trasladado al texto al México revolucionario desde una sencillez dramatúrgica pero muy contaminado de plasticidad, de bella fisicidad. Pero si el espacio escénico es muy sugerente (a modo de un cuadrilátero rodeado por espectadores), así como el modo trascurrir de las acciones (una mezcla de sangre y energía), lo más impactante son las interpretaciones de los actores. Hay en todos ellos un gancho que nos castiga el hígado. Nos golpean con la mejor arma del actor -sigo siendo subjetivo-, la organicidad, la naturalidad en decir el texto y en la expresión corporal. Hacía tiempo no vivía un aplauso tan largo y tan merecido. ¡Viva «Macbeth»! ¡Viva Shakespeare! ¡Y que viva «Mendoza»!

El festival acaba hoy con «Coplas mecánicas», un espectáculo que quiere trasportar el flamenco a otras dimensiones, desde la fusión del baile de Israel Galván con los quejíos, cantes y onomatopeyas imposibles del Niño de Elche. Llega, por tanto, el momento de las conclusiones de diez días intensos de artes escénicas. Y lo primero que hay que decir, por lo ya señalado, es que la presencia de montajes como «Mendoza», junto al «Sueño» de Voadora (mi decepción con este trabajo no significa que no aprecie la necesidad de modificar el lenguaje teatral, como hace la compañía gallega) o «Dead Hamlet» (Sennsa Teatro Laboratorio) dan el tono a seguir: contemporaneidad, contenido, calidad y originalidad. No digo que este tono no esté rodeado por experiencias de otro tipo, incluso de pequeño formato, pero todavía siento que al festival le falta relato (y no solo presupuesto, que también). Ese puede ser la amplificación de este tipo de teatro. De momento podemos estar satisfechos con que Valencia cuente con este festival gracias a la iniciativa de la AVETID. Pero esto no basta, porque nuestra Comunidad es muy dada a crear de festivales, pero muy poco a potenciarlos. Sobreviven, sí, pero poco más. Puedo dar ejemplos - bueno, todos los existentes son un ejemplo- , pero no es momento de lamentaciones, sino de ayudar a romper esta tónica, de demandar que este festival no solo subsista, sino que se refuerce ampliamente. Y por esa misma regla de tres, es necesario que se perfile más su definición, su aportación cultural, esa especificidad que da sentido a la existencia de un festival. Nos vemos en la cuarta edición. Si Talia quiere.

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